La mayoría de municipios turísticos siguen sin poner en marcha planes para adaptarse al cambio climático

El calor nos afecta en lo físico y en lo anímico. Con el calor sofocante del verano, el recuerdo de que nos encontramos en un contexto de cambio climático se vuelve evidente

La mayoría de municipios turísticos siguen sin poner en marcha planes para adaptarse al cambio climático
Foto de Peter Kasprzyk en Unsplash

Tiempo de lectura estimado: 11 minutos


María Dolores Pitarch Garrido, Universitat de València

El turismo se encuentra entre las actividades más afectadas por el calentamiento global y sus consecuencias. Estos impactos no solo están documentados por la ciencia, sino que los propios viajeros deben considerarlos al planificar sus viajes.

Uno de los efectos más evidentes es la reducción de la temporada de esquí en destinos de montaña debido a la disminución de nieve. Además, el incremento de olas de calor ha llevado a una mayor demanda de destinos frescos y montañosos durante el verano.

La subida del nivel del mar también afecta a resorts y atracciones turísticas costeras, causando daños significativos a infraestructuras como hoteles, puertos y paseos marítimos durante las tormentas.

La escasez de agua, especialmente en regiones áridas, amenaza la sostenibilidad de hoteles y atracciones y exacerba los conflictos por su uso.

Estos cambios no solo impactan en la infraestructura, sino también en la biodiversidad y los ecosistemas, que a menudo constituyen el principal atractivo turístico. La modificación de estos entornos naturales provoca cambios en la demanda y, por ende, en el negocio turístico.

La relación entre turismo y cambio climático

La relación entre cambio climático y turismo es bidireccional. Resulta sorprendente constatar que en el resumen del último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (2023) realizado para los responsables políticos, la palabra turismo aparezca una sola vez. Pero el turismo es mucho más que un sector de actividad, es una forma de vida, una experiencia y una definición del territorio.

ONU Turismo ha realizado diversos estudios sobre turismo y cambio climático. Según los últimos datos, para 2030 las emisiones de CO₂ del turismo correspondientes al transporte aumentarán un 25% con respecto a los niveles de 2016, lo que representa el 5,3 % del total de las emisiones antropogénicas en 2030.

Ante esta realidad, ONU Turismo insta a los países a acelerar la descarbonización y comprometer al sector turístico en esta tarea. Además, dedica importantes esfuerzos a la elaboración de informes y eventos para la promoción del turismo sostenible. Entre otras cosas, ha conseguido que la ONU realice una resolución para la “Promoción del turismo sostenible y resiliente, incluido el ecoturismo, para la erradicación de la pobreza y la protección del medio ambiente”.

La mayoría de informes sobre cambio climático y turismo están pensados a escala global o nacional. La realidad es muy diferente en los destinos turísticos locales. Es en el territorio, en la ciudad, en el pueblo o en el espacio rural o natural, donde el cambio climático adquiere características particulares. Por tanto, la escala local es la que marca la diferencia.

Cualquier acción de adaptación a las consecuencias del aumento de la temperatura media de la Tierra deberá realizarse desde la idiosincrasia propia de cada territorio. Hay que considerar no solo las características físicas y sociales del mismo, sino, fundamentalmente, el modelo turístico existente.

No todos los territorios turísticos son iguales

El modelo turístico de sol y playa, el que acoge el mayor número de turistas en el mundo, y en España, está en riesgo. Este tipo de destinos suelen presentar una elevada estacionalidad y, además, son muy dependientes de la segunda residencia. Estas características hacen que la adaptación sea algo más compleja. El aumento de las temperaturas en verano puede provocar un abandono masivo de estos destinos.

Es necesario regular el número de turistas, evitar que se acumulen en fechas concretas. Garantizar el confort climático a través de inversiones urbanísticas y el diseño de refugios climáticos es esencial. Además, es fundamental formar e informar a los turistas sobre la normativa de seguridad y gestión del riesgo, especialmente cuando no dominan el idioma del destino. El aumento de la calidad de la experiencia mientras se reduce el impacto del aumento de la temperatura es un objetivo urgente.

El modelo de turismo urbano requiere de otras estrategias. La oferta turística de las ciudades está muy vinculada a la cultura, las compras, los eventos, etc. Pero las autoridades locales no pueden tomar decisiones solo basadas en mantener la oferta turística. El correcto equilibrio entre las necesidades de la población residente y la llegada de turistas es la clave para la adaptación.

La generación de refugios climáticos, usando para ello instalaciones ya existentes o creando nuevas, la señalización de rutas frescas, la gestión de la capacidad de carga de los lugares cerrados, etc. son algunas de las acciones que ya se están llevando a cabo, pero aún no son conocidas por los visitantes.

El modelo de turismo rural y natural es también diferente. A pesar de que las actividades que realizan los turistas en estos territorios son muy diversas, desde deportes hasta visitas culturales, el cambio climático está ejerciendo un impacto muy importante en la pérdida del recurso, que es el atractivo principal de estos lugares: pérdida de espacios de nieve, pérdida de bosques por incendios forestales, reducción de láminas de agua por la sequía…

Las decisiones de protección de los recursos a nivel local, y, en estos territorios, sobre todo comarcal, son indispensables para el mantenimiento del atractivo y de las empresas turísticas que, en los espacios rurales, son grandes generadoras de empleo y oportunidades, sobre todo para los jóvenes.

Responsabilidades de la Administración local

Los ayuntamientos tienen una responsabilidad enorme ante sus ciudadanos, tanto residentes como visitantes. La atención de los ayuntamientos es aún incipiente en este campo. Sin embargo, existen algunas buenas prácticas como en Benidorm, cuyo Plan de Adaptación ante el Cambio Climático puede ser un buen referente, o el de Cartagena, para ciudades con una oferta patrimonial relevante.

Hace algo más de un año, el Gobierno de España aprobó 175 proyectos de sostenibilidad turística correspondientes a la III convocatoria extraordinaria del programa de Planes de Sostenibilidad Turística en Destino 2023, financiada con los fondos Next Generation UE del Plan de Recuperación. Pocos han desarrollado acciones concretas para la adaptación al cambio climático. En su mayoría han utilizado esos fondos para mejorar accesos, rehabilitar edificios o hacer carriles ciclistas.

Aún queda mucho por hacer y el tiempo corre en nuestra contra. Se necesitan planes concretos de adaptación al cambio climático, a nivel local, que propongan actuaciones prácticas y adaptadas a las necesidades reales de los territorios. La Red Española de Ciudades por el Clima lleva años advirtiendo de esta necesidad y, sobre todo, de su urgencia.

La gestión pública del territorio turístico

Las decisiones individuales son importantes, es cierto, pero la correcta gestión pública del turismo ante los retos que presenta el cambio climático es la clave para evitar la disonancia cognitiva que vive el turista cuando experimenta que el entorno esperado ha cambiado drásticamente: las montañas ya no son frescas, han desaparecido las nieves perpetuas, las noches tropicales son excesivamente abundantes, etc.

Dicha gestión debe ser liderada por el gobierno local, con la colaboración del resto de agentes sociales del territorio.

La realidad obliga a actuar ante los nuevos desafíos climáticos y estas acciones deben ser guiadas por la gestión pública a todos los niveles, pero en especial por la Administración local. Los ayuntamientos deben anticiparse a los cambios y concretar a través de la legislación y la financiación acciones claras y efectivas.

El objetivo es mantener el difícil equilibrio entre el derecho a hacer turismo, los beneficios económicos, la aceptación social y el respeto máximo al entorno natural, consiguiendo actividades y destinos menos vulnerables al cambio climático, más resilientes y, sobre todo, más sostenibles.The Conversation

María Dolores Pitarch Garrido, Professor of Human Geography, Universitat de València

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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