La guerra a gran escala pudo llegar a Europa mil años antes de lo pensado
El estudio de miles de fragmentos de hueso de 338 individuos enterrados en un yacimiento de Álava indica que fueron víctimas de multitudinarios y violentos enfrentamientos hace unos 5.000 años. El trabajo lo lidera una investigadora de la Universidad de Valladolid
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Un trabajo publicado esta semana en la revista Scientific Reports muestra que las lesiones que presentaban algunos de los restos óseos de los más de 300 individuos excavados en el yacimiento de San Juan ante Portam Latinam (Laguardia, Álava), datado hace 5000 años, pudieron ser víctimas de un periodo de guerra, ocurrido más de 1000 años antes que el conflicto a gran escala más antiguo conocido en Europa.
En el estudio, liderado por la investigadora de la Universidad de Valladolid, Teresa Fernández Crespo, se apunta que tanto el número de individuos con lesiones óseas como el porcentaje desproporcionadamente alto de varones afectados, indican que las lesiones fueron consecuencia de un periodo de conflicto, que pudo durar al menos meses. En el trabajo han participado, además, las universidades de Aix-Marsella (Francia), Cantabria, País Vasco y Oxford (Reino Unido).
Conflictos bélicos en el Neolítico
Los conflictos durante el Neolítico europeo (hace aproximadamente entre 9000 y 4000 años) siguen siendo poco conocidos. Las investigaciones anteriores sugerían que estos consistían en incursiones cortas que no duraban más de unos días y que involucraban pequeños grupos de hasta 20-30 individuos, por lo que se suponía que las sociedades prehistóricas carecían de la capacidad logística para sostener conflictos largos y a gran escala.
Anteriormente, se pensaba que los primeros conflictos de este tipo en Europa se produjeron durante la Edad de Bronce (hace aproximadamente entre 4000 y 2800 años).
Grandes conflictos bélicos en el Neolítico
Fernández Crespo y sus colegas reexaminaron los restos óseos de 338 individuos en busca de lesiones cicatrizadas y no cicatrizadas. Todos los restos procedían de un único enterramiento colectivo en un abrigo bajo roca de la Rioja Alavesa, en el norte de España, datado por radiocarbono hace entre 5400 y 5000 años.
En el mismo yacimiento también se habían descubierto 52 puntas de flecha de sílex y, según investigaciones anteriores, 36 de ellas presentaban huellas de impacto. Los autores descubrieron que el 23,1 % de los individuos presentaba lesiones esqueléticas, y el 10,1% heridas sin cicatrizar, porcentajes sustancialmente superiores a las tasas de lesiones estimadas para la época (7-17 % y 2-5 %, respectivamente).
También descubrieron que el 74,1% de las lesiones no cicatrizadas y el 70,0 % de las lesiones cicatrizadas se presentaban en varones adolescentes o adultos, una tasa significativamente mayor que en las mujeres, y una diferencia que no se había observado en otros yacimientos neolíticos europeos interpretados como masacres.
La tasa global de lesiones, el mayor índice de lesiones entre los varones y las huellas de impacto observadas anteriormente en las puntas de flecha sugieren que muchos de los individuos estuvieron expuestos a la violencia y pudieron haber sido víctimas de confrontaciones.
Según los autores, la tasa relativamente alta de heridas curadas sugiere que el conflicto se prolongó durante varios meses. Las razones del conflicto no están claras, pero los autores especulan con varias causas posibles, entre ellas la tensión entre distintos grupos culturales de la región durante el Neolítico final.
“Nunca se había visto un número de individuos tan grande envuelto en violencia en el Neolítico en Europa. Aunque existe violencia desde los orígenes del ser humano, aquí vemos un gran número de personas involucradas, mayoritariamente varones, y una duración prolongada del conflicto, lo que supone un salto cuantitativo y cualitativo a la hora de ejercer un tipo de violencia intergrupal”, explica Fernández Crespo.
Un conflicto regional
La investigadora subraya la presencia de heridas por punta de flecha en el yacimiento objeto de estudio y en otros en un radio de diez kilómetros, “con lo que estaríamos hablando de un conflicto regional”.
También subraya la presencia de individuos que muestran a la vez heridas cicatrizadas y sin cicatrizar en el enterramiento, “lo que prueba que habrían estado involucrados en más de un combate y, por tanto, que hubo varios enfrentamientos”.
En este sentido, Fernández Crespo y sus colegas creen que las inhumaciones “no corresponden a un único evento, sino a varios, con población que no presenta heridas que también fue depositada allí”.
En lo que hoy es la Rioja Alavesa se asentaban hace 5000 años poblaciones agrícolas y ganaderas, estructuradas en grupos grandes con cierta complejidad social. Esos pobladores dejaron muchas evidencias funerarias, al abrigo de cuevas naturales como en San Juan, o en monumentos megalíticos.
En este trabajo, Fernández Crespo estudió los huesos conservados desde los años 90 en el Museo de Arqueología de Álava Bibat, y destaca “la importancia de volver a estudiar colecciones depositadas en los museos, porque con nuevos enfoques y nuevas metodologías se pueden extraer datos y conclusiones de carácter científico de gran importancia”.
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