“Somos gente corriente viviendo con el Nobel”
La científica que ganó el premio Nobel de Física en 2018 considera que el lenguaje de esta disciplina son las matemáticas, una herramienta esencial para describir los fenómenos físicos. En esta entrevista, la investigadora canadiense también habla de cómo han ido cambiando los condicionamientos de género en las ciencias básicas y del valor de comunicarse con el público
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A finales de septiembre, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) entregó su Medalla de Oro a Donna Strickland (Guelph-Canadá, 1959), catedrática de Física y Astronomía de la Universidad de Waterloo (Canadá).
Se concedía esta excepcional distinción a la investigadora cuyos descubrimientos pioneros en óptica y el campo del láser le habían valido el Nobel de Física en 2018. Sus trabajos resultaron útiles para el desarrollo de aplicaciones que requieren pulsos de láser ultracortos, como la realización de cortes precisos en la industria y la cirugía. También abrieron camino a nuevas posibilidades diagnósticas en medicina.
La candidatura para su nueva medalla fue respaldada por la Comisión Mujeres y Ciencia del CSIC. Precisamente, acerca de lo que significan los premios en la carrera de una mujer de las ciencias básicas y los condicionamientos de género en la práctica científica, hablamos con Strickland durante la reciente edición del festival internacional de ciencia Passion for Knowledge (P4K), organizado por el Donostia International Physics Center (DIPC), en San Sebastián.
¿Resulta interesante para usted encontrarse con otros Nobeles en citas como esta, porque uno es Premio Nobel para toda la vida, no?
Sí, lo ganas para siempre. Lo que es sorprendente cuando lo consigues es que te enteras de que la gente ordinaria es la que gana el Nobel. Y cuanto más les conoces, más te das cuenta de que somos gente corriente viviendo con esta distinción.
Sabes que a la mayoría de las personas les gusta ponerte en un pedestal y probablemente yo también lo hice con otros, antes de haberlo recibido. Y entonces te conviertes en uno y piensas que no mereces estar ahí. Adquieres otra manera de ver las cosas.
¿A qué conclusión llega al pensar si uno —o su trabajo— merecen estar o no en ese pedestal?
Hay mucha buena ciencia por ahí y un montón de gente muy inteligente trabajando muy duro. Así que creo que es una combinación de hacer buena ciencia y, también, de tener suerte.
Claro, no todo el mundo llega a ganar un premio tan importante. Se da uno por año a cada disciplina y a un tema por año. Y entonces, incluso entonces, ya sabes, tienen que elegir no más de tres personas para representar a ese tema, por lo que es muy difícil alcanzar ese lugar.
¿Siente que con un premio de esta envergadura tiene un mayor compromiso para continuar investigando en el mismo campo, incluso aunque tuviera el deseo de cambiar?
Me gustaría seguir en el laboratorio, con mis estudiantes, trabajando en mis láseres. Pero creo que con un Nobel se nos da una voz mucho más alta que a la mayoría de los científicos, y entonces es importante (y tal vez aún más relevante en estos días) tener a más científicos hablando de la ciencia en la sociedad. Para que el público entienda que vale la pena hacerla, porque tienes que proveer ciencia fundamental durante 50 años para tener las aplicaciones que tenemos hoy. Y que la gente comprenda que si dejas de hacer ciencia, los ingenieros no tendrán herramientas con las que seguir trabajando para idear nuevas tecnologías.
Por tanto, como tenemos esta voz, debemos dedicar tiempo a hablar con los medios de comunicación. La mayoría de los científicos no dedican tiempo a esto o a dar conferencias públicas y con estudiantes para tratar de mantener el papel esencial de la ciencia. Por supuesto, esto nos quita tiempo para hacer ciencia en el laboratorio.
Recientemente, además, usted recibió la medalla de oro del CSIC.
Siempre estoy feliz de contar con momentos en los que se muestre la importancia de la ciencia. De hecho, me sorprendió bastante que aquí, en España, tuviera 30 minutos para estar con el presidente del Gobierno. Esto es mucho tiempo en la vida de un presidente y el hecho de que él eligiera pasar media hora con una científica, junto con su ministra de Ciencia, para discutir el papel de esta en la sociedad, resalta el hecho de que esta debe ser fomentada, protegida y promovida.
¿Qué es lo que quiso saber el presidente?
Está muy interesado en asegurarse de que tiene a científicos y científicas a su alrededor para cuando pueda necesitar su opinión, y creo que los necesitamos todo el tiempo. Porque la ciencia tiene un impacto económico, médico y social. Definitivamente, pienso que está tratando de ampliar el papel de los científicos que hablan con el público y esto es fantástico.
¿Fue sorprendente para usted esta audiencia con Pedro Sánchez porque nunca ha estado con Justin Trudeau, el primer ministro de su país?
Bueno, compartí mesa con el primer ministro canadiense, pero, ya sabes, un montón de gente le demanda. Luego se suponía que iba a tener 30 minutos con él, pero, de nuevo, ocurrió otra crisis, y así es que, cuando estuve, me dieron como… cinco minutos.
Vayamos a su campo de estudio, la física, una disciplina que se mueve desde el attosegundo, protagonista del Nobel de este año, y las pequeñas partículas hasta el infinito y los grandes misterios del universo. La física va desde lo minúsculo a la tentación de conocerlo todo…
Efectivamente, los attosegundos son el nuevo Premio Nobel de Física, y debían venir después de los láseres CPA [Chirped Pulse Amplification, técnica desarrollada por Strickland y Gérard Mourou reconocida en su Nobel de 2018], porque estos son necesarios en su investigación.
Y, sí, la ciencia está conectada, correcto, ya sea que se estudien los attosegundos, la transferencia de electrones, o los puntos cuánticos (Nobel de Química de este año), todo utiliza la mecánica cuántica. Tal vez en cien años tendremos incluso una nueva teoría que vaya más allá de esta y que pueda explicar aun otros puntos fundamentales.
En efecto, estamos todos vinculados y la física tiene conexión con estas diversas teorías. El universo es vasto y las escalas de tiempo son de miles de millones de años: todavía tenemos que seguir indagando dentro de los sistemas solares. Nos queda mucho...
¿Se espera una teoría que abarque todos esos puntos inconclusos de las investigaciones?
Con el paso del tiempo fuimos de Aristóteles a Newton, que trabajó y nombró los fenómenos. Después necesitamos de la mecánica cuántica. Pero creo que podría haber algo que descubrir en el camino que quizá ayude a explicar las probabilidades de lo que aún quede por verificar en este momento. Si cavamos más profundo, tal vez encontremos una nueva ciencia para las propiedades de los fotones, por ejemplo.
¿Ustedes, los físicos, se sienten cómodos con la probabilidad?
Estamos cómodos porque el lenguaje de la física son las matemáticas. No es inglés o francés. Hay teorías que cubren todo esto. Por eso estamos cómodos, porque contamos con teorías matemáticas que pueden describir los fenómenos. Quizá esto no funcione en inglés, francés, español o euskera, pero funciona con el lenguaje matemático. Y por eso diría que nos sentimos cómodos en física, porque podemos exponerlo en nuestro lenguaje matemático y tiene sentido.
Hablemos de la visibilidad de las mujeres en la física: usted fue la tercera en recibir un Nobel después de Marie Curie (1903) y Maria Goeppert-Mayer (1963). Aunque ahora ya son cinco las distinguidas, incluyendo a Andrea Ghez (2020) y Anne L'Huillier (2023)...
Al principio siempre había una sola Nobel de Física viva en cada época, porque cuando ganó Mary Goeppert, Maríe Curie ya había muerto; y cuando yo lo gané, Goeppert ya había fallecido. Y ahora somos tres viviendo al mismo tiempo. Así que pasé de ser la tercera y la única viva, a participar de un grupo de tres mujeres Nobel en Física compartiendo la misma época. Estamos repuntando: hemos sido tres las galardonadas en los últimos cinco años.
¿Cree que las mujeres en la física tienen otras expectativas o distintos objetivos que los investigadores hombres?
No, creo que somos la mitad de la población. Si nos retraemos, quitamos la mitad de las posibilidades de dedicación a esta disciplina. Así que tenemos que tener a todos en la mesa.
No sé si pensamos diferente que los hombres cuando se trata de física. Creo que probablemente la aprendemos y entendemos de la misma manera. Eso sí, tenemos que entender las matemáticas, para ser capaces de jugar con las herramientas necesarias.
En el día a día de los laboratorios, ¿no se ven aproximaciones diferenciadas o distintos modos de plantear nuevas preguntas?
Yo creo que no. La diferencia probablemente se debe a que creo que a los hombres tal vez se les enseña más a estar siempre mostrando lo que saben y a las mujeres, no.
Pienso que una vez que superemos ese sentimiento, tenemos que situarnos frente a la gente y contar qué es lo que sabemos y lo que hicimos. Pero aprendemos, y esto cambiará a medida que pase el tiempo, cuando los hombres y las mujeres, niños y niñas, sean educados de la misma manera. Se nos escuchará.
En este momento, ya se supone que ambos podemos estar fuera, en el mundo, pero también ambos tenemos que asumir nuestra responsabilidad en casa. Tanto si se trata de cuidar a los niños como a los mayores, o de hacer las tareas domésticas. Esto también debe ser igualitario para que las mujeres podamos salir al mundo y hacer nuestro trabajo.
¿No cree que a través de la historia se ha consolidado el mandato de género que implica que las mujeres tengan miedo a mostrar que saben algo?
Eso es verdad. Y es una lástima. Yo nunca tuve ningún problema en este sentido. Todos sabían que era una buena estudiante y nunca nadie me hizo sentir mal por ser una mujer y ser una buena estudiante.
¿Ni en el trabajo ni en la escuela?
No. Ni siquiera en el instituto, en Ontario. Yo era tan tímida que pensaba “oh, van a etiquetarme como una nerd” (cerebrito). Pero, no, la gente me decía: “Debe ser lindo ser tan inteligente”. Esa fue una lección de vida.
Además, en mi escuela, tanto niños como niñas eran tratados de la misma manera. He vuelto para un evento de exalumnos y les pregunté a las otras chicas de mi clase y me dijeron que no, que nunca me vieron como a una nerd. Creo que viví en un lugar afortunado en la Tierra, en la década de 1970.
En Occidente, tal vez nuestras madres sí vivieron ciertos condicionamientos todavía en los 60…
Mi madre, sí. Tengo que decir que tanto ella como su hermana vivían en un pequeño pueblo de granjeros de mil habitantes y ambas fueron a la universidad, mientras su hermano se quedó a trabajar en la granja cuando el padre falleció. Es verdad que era algo raro.
También es cierto que su hermana hizo enfermería —algo tradicionalmente femenino—, en lugar de medicina. Y mi madre, que quería estudiar matemáticas, acabó estudiando inglés e historia, porque le dijeron que como mujer no debía hacerlo.
Así que no dejes que nadie te diga lo que tienes que hacer.
Entonces, la experiencia de su madre fue la de esas mujeres a las que les dijeron que las ciencias duras no eran para ellas.
Sí, pero tengo un marido que fue criado por una madre que trabajó siempre fuera del hogar y cursó su maestría en matemáticas. Mi suegra hizo toda una carrera en el área de informática. Así es que también he tenido mucha suerte de que mi compañero de vida también considere que mi carrera es importante.
Creo que, para tener éxito, cualquier persona necesita tener un partner que la acompañe. Y, supongo que sí, que he sido afortunada a lo largo de toda mi vida, pero también elegí a alguien que era a quien yo necesitaba, alguien que no se sintiera amenazado por mí.
En cuanto a las preguntas de la religión, especialmente las ligadas al origen del universo y la vida, ¿cree que son similares a las de física?
Son dos cosas separadas. Personalmente, creo que a los científicos nos ha sido dado el universo. No sabemos si alguien lo creó o si siempre ha estado allí. Lo que nos corresponde es averiguar cómo funciona el cosmos. Por su parte, la religión puede hacer la pregunta acerca de si hay un dios ahí fuera que lo creó. No sé si como científicos podemos averiguar eso. Para mí, son cuestiones muy distintas.
Por ejemplo, cada vez que estoy en mi casa de campo que mira al oeste sobre un gran lago, cuando veo hermosas puestas de sol sobre el agua, como científica especializada en óptica puedo explicar por qué el sol es rojo, el cielo es azul o la luz se dispersa con las nubes. Todas estas cosas se entienden desde la ciencia, pero esto no me impide pensar cada noche: “Oh, Dios, gracias por darme otra hermosa puesta de sol”. Me siento muy agradecida. Entonces, si tienes que asignar ese agradecimiento a algo, ese algo podría llamarse Dios, ¿verdad?
¿Cuál es tu reacción?