"El virus de Epstein-Barr es una condición sine qua non para padecer esclerosis múltiple"

El neurólogo Xavier Montalbán, ganador del Premio Fundación Lilly de Investigación Biomédica Clínica 2024, ha tenido un gran peso en los últimos avances en la mejora del pronóstico y tratamiento de la enfermedad. La realización de un diagnóstico biológico es uno de los nuevos hallazgos en esta materia

"El virus de Epstein-Barr es una condición sine qua non para padecer esclerosis múltiple"
El profesor, doctor y neurólogo Xavier Montalbán. / Fundación Lilly

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Derechos: Creative Commons.

Antes, una persona con un diagnóstico de esclerosis múltiple tenía una probabilidad del 86 % de llegar a los 40 años con una discapacidad de grado 3. Ahora, con 14 tratamientos disponibles y un diagnóstico precoz, esa probabilidad se ha reducido al 20 %.

Para conseguir estos avances y, sobre todo, este mayor conocimiento de la enfermedad de la esclerosis múltiple, profesionales e investigadores de diferentes campos trabajan conjuntamente.

Uno de ellos es Xavier Montalbán (Barcelona, España), profesor de Neurología de la Universidad Autónoma de Barcelona y catedrático de Neurología de la UVic-UCC, cuyo trabajo en España ha mejorado el pronóstico de los pacientes con esclerosis múltiple.

Galardonado con el Premio Fundación Lilly de Investigación Biomédica Clínica 2024, a lo largo de su carrera, Montalbán ha realizado un trabajo exhaustivo en la identificación de factores clínicos, radiológicos y biológicos que permiten un diagnóstico temprano de la enfermedad.

En la actualidad, su liderazgo y compromiso con la investigación biomédica siguen abriendo puertas hacia un futuro donde la esclerosis múltiple sea más manejable y menos devastadora para quienes la sufren.

¿Cuáles son los últimos hallazgos en esclerosis múltiple?

Yo creo que, desde los últimos seis o siete años, estamos atravesando un momento de gran conocimiento de la patología. Tenemos la sensación de que conocemos bastante bien sus mecanismos de producción y le podía nombrar algunos. Por ejemplo, sabemos que el virus de Epstein-Barr es una condición sine qua non para padecer la enfermedad. Hemos observado que, necesariamente, los pacientes de esclerosis múltiple se han infectado de él.

Esto, evidentemente, no significa que todos aquellos que estén infectados por este virus vayan a tener la enfermedad. La mayoría de la población, el 95 % está infectada y solamente una pequeña parte va a padecerla. Es un hallazgo muy importante, ya que de alguna forma va a abrir una ventana de oportunidad para identificar posibles estrategias terapéuticas.

¿Destacaría algún cambio importante en la concepción de la enfermedad?

Creo que hemos ido asumiendo que la esclerosis múltiple, aunque parezca banal, es una sola patología. Había una gran discusión sobre si realmente teníamos un espectro de enfermedades que clínicamente puedan ser muy diferentes, pero es solo una. Lo que ocurre es que los mecanismos de la misma pueden ser diferentes a lo largo del tiempo y pueden ser distintos de una persona a otra.

¿Cómo ha influido la colaboración entre neurólogos, radiólogos y bioquímicos en estos avances?

Los médicos no inventamos nada, lo que hacemos es investigación clínica y facilitamos la labor a los investigadores básicos, que no son solamente bioquímicos, sino biólogos, biotecnólogos, físicos y químicos también. Hoy, en el siglo XXI, la colaboración estrecha entre clínicos e investigadores básicos de todo tipo es fundamental. No hay otra manera de avanzar. Los grupos de investigación se componen de diversos profesionales de distintas disciplinas.

¿Qué criterios que cumplen las personas que no han tenido síntomas agresivos, pero que tienen una resonancia magnética característica de la enfermedad?

Este factor es muy importante, no solo en el campo de la esclerosis múltiple, sino también en el campo de otras enfermedades neurodegenerativas. Ya no se busca solo la presencia de síntomas clínicos, porque cuando hay presencia de estos, de alguna forma, ya hemos llegado tarde. Por el contrario, lo que hacemos es un diagnóstico biológico, es decir, sabemos que la enfermedad está ahí a pesar de que no haya manifestaciones clínicas.

El pasado mes de noviembre, nos reunimos en Barcelona más de 60 especialistas para elaborar los nuevos criterios de diagnóstico, que se van a presentar también en Copenhague. Seremos capaces de determinar la esclerosis múltiple a aquellos pacientes que, por los motivos que sean, tienen síntomas que no están relacionados con la enfermedad, pero que en una resonancia magnética se visualizan imágenes o lesiones características.

¿Cuáles son las consecuencias en el tratamiento?

Trataremos a esos pacientes con la previsible prevención de complicaciones neurológicas a largo plazo. Creo que es también un hecho señalado en la historia del reconocimiento de la patología.

¿Por qué ha aumentado la necesidad de diagnosticarla en poblaciones vulnerables?

En primer lugar, porque sabemos que el diagnóstico precoz conlleva en general un tratamiento temprano y, por lo tanto, un pronóstico muy favorable o mejor a largo plazo. Desafortunadamente, en algunas poblaciones de ciertos países, la presencia de síntomas no precipita ningún procedimiento de diagnóstico porque hay unas condiciones socioeconómicas que no lo permite.

Con estos nuevos criterios diagnósticos hemos intentado universalizar la capacidad de diagnóstico en la medida de lo posible. Dispondrán de otras herramientas para poder diagnosticar y eventualmente tratar al paciente.

¿Cómo valora el horizonte del diagnóstico de cara al futuro?

La situación de ahora no tiene nada que ver con hace 20 o 25 años. El pronóstico ha mejorado. Sin minimizar la enfermedad, que no es mi intención, el pronóstico ha mejorado de una forma muy considerable. Nos queda el agujero negro de la neurodegeneración: a pesar de que la inflamación focal la hacemos desaparecer casi completamente, un porcentaje de pacientes sigue teniendo un componente neurodegenerativo y ahí es donde todavía no somos nada eficientes.

Es ahí donde estamos volcando todos nuestros esfuerzos para facilitar ese proceso de identificación de estrategias neuroprotectoras o incluso neuro-regeneradoras. Esto no solamente beneficiaría a pacientes con esclerosis múltiple, sino también a pacientes con otras enfermedades neurodegenerativas, como el alzhéimer o el párkinson.

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