Nuestro planeta arde de una forma excepcional: así podemos proteger a las personas y a la naturaleza

La humanidad ha utilizado el fuego durante milenios. Es una parte esencial de muchos ecosistemas y culturas. Sin embargo, las actividades humanas en la era actual, el Antropoceno, están reformulando los patrones de incendios forestales en nuestro planeta

Nuestro planeta arde de una forma excepcional: así podemos proteger a las personas y a la naturaleza
Imagen del humo de incendios en las montañas canadienses, tomada desde la Estación Espacial Internacional. Earth Science and Remote Sensing Unit, NASA Johnson Space Center

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Pere Pons Ferran, Universitat de Girona; Adam Pellegrini, University of Cambridge; Imma Oliveras Menor, Institut de recherche pour le développement (IRD) y Luke Kelly, The University of Melbourne

En nuestra reciente investigación, publicada en Annual Review of Environment and Resources, usamos datos de satélite para crear mapas globales de dónde y cómo se producen incendios. Calculamos que unos 3,98 millones de kilómetros cuadrados de la superficie terrestre se queman cada año. También examinamos trabajos sobre arqueología, climatología, ecología, conocimiento indígena y paleoecología para entender mejor las causas y consecuencias de los incendios.

Nuestro equipo internacional ha encontrado evidencias claras de que los incendios están ocurriendo en lugares inesperados, en momentos inusuales y de maneras raramente observadas. Estos cambios en los patrones de incendios están amenazando vidas humanas y modificando ecosistemas.

Pero el futuro no tiene por qué ser sombrío. Existen muchas oportunidades para aplicar el conocimiento y la práctica del fuego para beneficiar tanto a las personas como a la naturaleza.

Así están cambiando los patrones de incendios

Explorar múltiples enfoques y escalas permite un mejor entendimiento de dónde, cuándo y cómo se producen los incendios.

Los datos satelitales proporcionan evidencia de cambios en los patrones de incendios a escala global. La duración de la temporada anual de incendios creció en 14 días entre 1979 y 2019, y los incendios nocturnos, cuyo control representa un reto, aumentaron su intensidad en un 7,2 % de 2003 a 2020.

Otros cambios solo son aparentes cuando observamos datos de regiones específicas. En regiones de clima mediterráneo, el aumento de densidad de población en zonas rurales se asocia a un incremento en la frecuencia de incendios.

Al mismo tiempo, las sabanas y praderas dependientes del fuego en África y Brasil han experimentado reducciones en la frecuencia de incendios. En el Cerrado (sabana brasileña) existen evidencias de incendios desde hace más de 10 000 años.

Los cambios en el fuego afectan al medio terrestre, al aire y al agua

Muchos animales y plantas han desarrollado estrategias que les permiten prosperar bajo patrones de fuego particulares. Esto significa que los cambios en las características del fuego pueden dañar los ecosistemas.

Los incendios extensos e intensos están reduciendo el hábitat de numerosas especies de plantas y animales forestales en todo el mundo, amenazando sus poblaciones. Pero la falta de fuego también puede ser problemática. En Europa, por ejemplo, especies amenazadas de aves se benefician de los recursos alimenticios y los hábitats que florecen poco después de un incendio.

Ave de colores marrones sobre una piedra
El escribano hortelano se beneficia de las aperturas que los incendios crean en los paisajes forestales. Pierre Dalous / Wikimedia Commons, CC BY-SA

Rebrotes de árboles y arbustos en un paisaje agreste.
Los rebrotes, aquí de alcornoque, brezo, madroño y torvisco, caracterizan la vegetación inicial tras un incendio mediterráneo. La rebrotada acelera la regeneración de los estratos herbáceo, arbustivo y arbóreo, protege el suelo de la erosión y proporciona hábitat para multitud de organismos. Pere Pons

Hay evidencias de que las emisiones de los incendios recientes ya están modificando la atmósfera. Los incendios forestales de 2019-2020 en Australia produjeron niveles récord de aerosoles sobre el hemisferio sur, así como sustanciales emisiones de carbono.

Europa presentó los niveles más altos de exposición al humo por incendios forestales entre 2003 y 2020. Y en el período 2015-2019, se atribuyeron un promedio de 603 muertes anuales a las partículas inhalables finas (PM2,5) relacionadas con incendios forestales en el conjunto del continente, mostrando la magnitud del problema de salud y la necesidad de tomar medidas.

Los cambios en los patrones de incendios también están modificando los ciclos del agua. En el oeste de Estados Unidos, los incendios están alcanzando mayores elevaciones y tienen un fuerte impacto en la nieve y la disponibilidad de agua.

Nuevos estudios están revelando cómo el aire, la tierra y el agua que sostienen la vida en la Tierra están conectados por los incendios. Las columnas de humo de los incendios forestales de 2019-20 en Australia transportaron nutrientes al océano Austral, provocando extensas explosiones de fitoplancton.

Los humanos somos responsables de los cambios

Factores de origen humano como el cambio climático, el uso del suelo, la utilización y supresión del fuego, y el transporte y extinción de especies están provocando cambios en los patrones de incendios.

El aumento de las temperaturas globales y la mayor frecuencia de olas de calor y sequías incrementan la probabilidad de incendios al promover condiciones cálidas, secas y ventosas. Ya se está observando un patrón de clima de incendios extremos fuera de la variación climática natural en América del Norte, América del Sur y el sur de Europa.

Los humanos modificamos los regímenes de incendios al cambiar el uso del suelo para fines agrícolas, forestales y urbanos. Hasta hace pocas décadas, los incendios en determinados bosques tropicales eran inexistentes, por ser ecosistemas que no evolucionaron con el fuego. Pero los fuegos de deforestación, usados para convertir bosques primarios en zonas agrícolas, promueven ahora incendios incontrolados, más frecuentes e intensos.

Los humanos hemos transportado plantas y animales por todo el globo, resultando en nuevas mezclas de especies que modifican los combustibles y los regímenes de incendios. En numerosas regiones del mundo, las hierbas invasoras han incrementado la inflamabilidad y la actividad del fuego.

Los cambios sociales y económicos impulsan estos factores. La colonización europea y el desplazamiento de los pueblos indígenas y su hábil uso del fuego ha generado cambios en los incendios de Australia, América del Norte y América del Sur.

Dos personas junto a un fuego experimental.
Los fuegos experimentales nos ayudan a aprender sobre los ecosistemas y su gestión. Este es un fuego experimental en un matorral de alta montaña en los Pirineos franceses. Pere Pons

Uso del fuego para alcanzar metas de sostenibilidad

El ritmo y la escala de estos cambios representan desafíos para la humanidad, pero el conocimiento y la práctica del fuego pueden ayudar a alcanzar metas de sostenibilidad, incluyendo:

  • Mejor salud y bienestar, mediante el apoyo a soluciones comunitarias, así como a prácticas de uso del fuego que aumenten la cohesión social y la salud.

  • Ciudades y comunidades sostenibles, diseñando cortafuegos verdes y áreas de usos mixtos con bajos niveles de combustible, estratégicamente ubicadas en el paisaje.

  • Vida en el medio terrestre, adaptando el uso del fuego para promover y restaurar especies y ecosistemas.

  • Acción climática, aplicando fuego de baja intensidad para promover la estabilidad de la materia orgánica del suelo e incrementar el almacenamiento de carbono.

  • Reducción de desigualdades, asignando recursos antes, durante y después de los incendios forestales a comunidades y residentes en riesgo.

A medida que el mundo cambia, la sociedad necesita seguir aprendiendo sobre la interacción entre las personas y el fuego. Por ejemplo, promoviendo iniciativas como el manejo integrado del fuego para prevenir incendios forestales y mejorar servicios ecosistémicos y culturales.

En definitiva, una comprensión profunda del fuego es esencial para alcanzar un futuro sostenible, o en otras palabras, un Antropoceno mejor.The Conversation

Pere Pons Ferran, Profesor en el Departamento de Ciencias Ambientales, Universitat de Girona; Adam Pellegrini, Associate Professor, University of Cambridge; Imma Oliveras Menor, Senior scientist, Institut de recherche pour le développement (IRD) y Luke Kelly, Associate Professor in Quantitative Ecology, The University of Melbourne

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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