¿Por qué encontramos tanto ámbar en las rocas del Cretácico?
El ámbar es una resina fosilizada que preserva restos biológicos de manera excepcional. Un trabajo, en el que participa la Universidad Autónoma de Madrid, describe los factores que dieron lugar a su producción durante este período
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El estudio del ámbar ha revolucionado en las últimas décadas la comprensión de los organismos terrestres y los hábitats prehistóricos. Ahora, un trabajo internacional publicado en la revista Earth-Science Reviews, en el que participa la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) junto a otras instituciones españolas, describe el conjunto de factores abióticos y bióticos involucrados en la producción de esta resina durante el Cretácico, periodo geológico comprendido entre 145,5 y 66 millones de años atrás.
Xavier Delclòs, profesor de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona y primer autor del artículo, señala que “hoy conocemos el motivo de la abundancia de tantos plásticos en los ecosistemas actuales, pero apenas podemos estimar las causas naturales que explicarían la producción de grandes cantidades de resina en el Cretácico”.
"Las historias del plástico y las resinas fósiles son muy diferentes —continúa Delclòs—, pero tienen algo en común: la curiosidad que supone observar que algún fenómeno nuevo y relevante surgió en algún momento de la historia de la Tierra y quedó registrado en las rocas".
Por su parte, Enrique Peñalver, coautor del trabajo y miembro del Instituto Geológico y Minero de España, adscrito al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, asegura que “el ámbar, y en particular su abundancia, tendría poco interés si no fuera porque contiene en su interior muchos organismos que habitaron los bosques del pasado, que se han conservado perfectamente como fósiles y que hoy nos permiten conocer los bosques del Cretácico con un detalle que a veces parece irreal”.
En el estudio, realizado por un nutrido grupo multidisciplinar de expertos, destaca especialmente la participación de Ricardo Pérez de la Fuente, del Museo de la Universidad de Oxford (Reino Unido). En este equipo, la participación del catedrático de la UAM José Luis Viejo se centra principalmente, aunque no en exclusiva, en la interpretación de la biología de los insectos cretácicos por analogía con los actuales.
¿Cómo se formaron los grandes depósitos de ámbar?
El Cretácico representa una época de rápido cambio evolutivo y diversificación de organismos. Hoy no se dan las condiciones dominantes que en el Cretácico permitieron la formación masiva de abundantes depósitos de resina por todo el planeta, ni se sabe por qué hubo, en la época de los dinosaurios, una producción de resina tan extremadamente abundante.
“Durante unos 54 millones de años, y por primera vez en la historia de la Tierra, hubo una producción masiva de resina por parte de las plantas, y todavía no sabemos por qué”, apuntan Delclòs y Peñalver. “Nunca se habían alcanzado cantidades de producción que pudieran haber formado yacimientos de resina fósil de lo que hoy conocemos como ámbar. Desde el Barremiense hasta el Campaniense, y gracias a las condiciones existentes en el planeta, determinados grupos de coníferas fueron capaces de originar grandes yacimientos de resinas fósiles que abren una verdadera ventana a los ecosistemas del pasado y que hoy aportan una información paleobiológica muy importante. A este lapso de tiempo lo hemos llamado Intervalo Cretácico de Resina (CREI)".
La formación de grandes depósitos de ámbar requiere la existencia de árboles con capacidad para producir mucha resina. Durante el Cretácico, solo las gimnospermas, por ejemplo, las coníferas, que son evolutivamente más antiguas que las plantas con flores, podían producir resina. Además, la resina tuvo que quedar atrapada en un ambiente sedimentario sin oxígeno para preservarla durante millones de años. Pero, ¿qué factores ambientales o biológicos pudieron condicionar tal producción de resina en el Cretácico?
“Nuestro estudio muestra que, durante el Cretácico, los bosques de coníferas estaban ampliamente distribuidos por todo el planeta. Estos depósitos de ámbar formados durante el CREI compartían estas características: alta producción de resina exclusivamente de coníferas; presencia de fusinita, un material derivado de plantas quemadas por incendios forestales, fósiles conservados en ámbar que corresponden a fauna y flora similar entre diferentes depósitos, y acumulación de resina en ambientes sedimentarios de transición bajo paleoclimas subtropicales y templados que coinciden con el inicio de las etapas de aumento del nivel del mar.
El estudio también indica que la producción masiva de resina no fue continua durante el CREI ni fue igual en todas partes: hubo épocas de mayor y menor producción.
Una ventana abierta al mundo desaparecido del Cretácico
Trozos de ámbar recuperados por paleontólogos en diferentes sitios alrededor del mundo brindan nuevos conocimientos sobre el Cretácico. Este período vio el surgimiento de grandes ecosistemas terrestres dominados por angiospermas (plantas con flores) y muchas de las líneas evolutivas de los organismos actuales. Se alteró la distribución de los continentes y las corrientes oceánicas, el clima era más cálido y húmedo que el actual y el nivel del mar subió más de 200 metros por encima de las costas actuales.
“En la atmósfera había altos niveles de dióxido de carbono (CO₂) debido al intenso vulcanismo, pero también de oxígeno (O2) debido a la gran extensión de bosques a latitudes ahora cubiertas por hielo, característica que también potencia los incendios a gran escala”, indican Delclòs y Peñalver.
Este es el paisaje global y el medio ambiente que dominó la Tierra durante gran parte del Cretácico. Los factores ambientales condicionaron la vida y evolución de los organismos que existieron en el planeta, especialmente los terrestres, desde los más pequeños hasta los grandes dinosaurios, y las relaciones entre las distintas especies.
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