Suprimir la contaminación del aire por combustibles fósiles evitaría más de 5 millones de muertes anuales

Sustituir petróleo, carbón y gas por energías limpias, como se acordó en la pasada cumbre del clima en Dubái, podría tener un impacto mayor del que se creía en la salud global, según un estudio liderado por el Instituto Max Planck alemán

Suprimir la contaminación del aire por combustibles fósiles evitaría más de 5 millones de muertes anuales
Foto de Nabeel Syed en Unsplash

Tiempo de lectura estimado: 8 minutos


Fuente: SINC
Derechos: Creative Commons.

La contaminación atmosférica es uno de los cuatro principales factores de riesgo de enfermedad y mortalidad a escala mundial, junto con la hipertensión, el tabaquismo y las dietas malsanas. En 2019, último año del que existen cifras globales, la contaminación del aire exterior y doméstico causó alrededor del 12 % de todas las muertes del planeta, según las directrices de la OMS sobre la calidad del aire.

Ahora, una nueva investigación de científicos europeos y estadounidenses ha segregado el origen y el impacto de todas las fuentes de contaminación del aire (naturales: el polvo del desierto, los incendios espontáneos y las erupciones volcánicas; o antropogénicas, las causadas por la acción humana) y otorga a la derivada del uso de combustibles fósiles un mayor protagonismo del que se pensaba.

De acuerdo con el estudio, publicado por The BMJ, la contaminación atmosférica conjunta por partículas finas (PM2,5) y ozono (O3), dos de los principales contaminantes, es responsable de unos 8,3 millones de muertes al año a escala mundial. De ellas, 5,1 millones —dos terceras partes del total— estarían provocadas por el uso del petróleo, el carbón y el gas natural en la industria, la generación de energía y el transporte. Se trata de una cifra mayor de la estimada en trabajos previos y, según concluyen los investigadores, podría evitarse mediante la sustitución progresiva de las energías fósiles por fuentes limpias y renovables, como se ha acordado de forma no vinculante durante la 28ª conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático (COP28), celebrada en diciembre en Dubái (Emiratos Árabes Unidos).

Las muertes no son el único problema

Para hacer su estimación, los autores idearon un nuevo modelo estadístico cruzando información sobre la carga de enfermedad y mortalidad del estudio Global Burden of Disease de 2019 con datos sobre la distribución de partículas finas y población procedentes de satélites de la NASA.

Este nuevo modelo “tiene implicaciones para los países de renta alta [dependientes en gran medida de la energía fósil] y para los de renta baja y media, en los que el uso de combustibles fósiles está aumentando”, señalan.

“En el sur, este y sudeste de Asia vive el 55 % de la población mundial y se registra el 70 % de la mortalidad relacionada con la contaminación atmosférica”. Aun así, continúan, es un importante factor de riesgo para la salud en todo el mundo. “Aunque la calidad del aire ha mejorado en algunas regiones, como Norteamérica, Europa y Asia Oriental, las poblaciones que envejecen son más susceptibles al riesgo derivado de una exposición prolongada”, indican.

“Las muertes son solo una parte del problema”, recuerdan en un editorial que acompaña al estudio de la revista Heli Lehtomäki, del Instituto Finlandés de Salud y Bienestar, y Otto Hänninen, del Instituto Noruego de Salud Pública.

“La mejora de la calidad del aire reduciría la carga de varias enfermedades importantes, lo que se traduciría en vidas más sanas y largas, menos pacientes que requieran ingreso hospitalario y otros tratamientos, y una disminución de la carga que soportan los sistemas sanitarios de todo el mundo”, añaden estos expertos.

Además de muertes, recalcan los editorialistas, la contaminación del aire produce o agrava patologías como la cardiopatía isquémica, el ictus, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la hipertensión arterial o enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson. “Los niños pequeños, las mujeres embarazadas, los ancianos y las personas con enfermedades crónicas son especialmente susceptibles a los efectos de la contaminación atmosférica”, subrayan.

Beneficios adicionales 

La calidad del aire está muy relacionada con el clima del planeta porque, además de una fuente importante de partículas contaminantes y ozono, los combustibles fósiles son el principal motor del cambio climático, que también daña la salud humana y los ecosistemas en muy diversas formas. Ese impacto no se ha evaluado con esta última investigación —centrada en el de la polución ambiental—, lo que sugiere que eliminarlos supondría beneficios aún mayores para la salud global, como destacan sus autores.

 “Dado el objetivo de neutralidad climática para 2050 fijado en el Acuerdo de París, la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes de energía limpias y renovables tendría enormes beneficios colaterales para la salud pública y el clima”, insisten.

Apunta en esa línea el histórico acuerdo alcanzado por casi 200 países en la COP28, que tras más de tres décadas de negociaciones hace por primera vez referencia directa a los combustibles fósiles como principales responsables de la emergencia climática y propugna “alejarse” de ellos. Pero se queda corto, según responde por correo electrónico a SINC Jos Lelieveld, director del departamento de Química Atmosférica del Instituto Max Planck de Química de Maguncia (Alemania) y autor principal de la nueva investigación.

“Aunque ese "alejamiento" y el impulso a un mayor uso de energías renovables es un pequeño paso en la dirección correcta, faltan declaraciones vinculantes sobre el abandono progresivo de los combustibles fósiles. Esto significa que el mundo sigue en la senda de un calentamiento global de más de 2 °C, probablemente más cerca de los 3 °C”, advierte este químico atmosférico holandés. “También significa que muchos millones de personas sufrirán enfermedades crónicas con una mortalidad atribuible a las emisiones relacionadas con los combustibles fósiles. Una vez más, la COP28 ha dado un pequeño paso, pero es un compromiso débil hacia el objetivo de "muy por debajo de 2 °C" alcanzado en el Acuerdo de París”, lamenta el experto.

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