Cerrar las heridas de la erupción de La Palma y seguir investigando
Tras un año del inicio de la erupción del volcán de Cumbre Vieja queda mucho trabajo científico por hacer y soluciones básicas por dar a la población. Aquel día, Inés Galindo Jiménez, jefa de la Unidad Territorial del IGME en Canarias, estaba en La Palma y pudo observar en primera persona cómo se abría la tierra a menos de un kilómetro y medio de donde se encontraba
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Ha pasado un año de la erupción que comenzó el 19 de septiembre de 2021 en la dorsal de Cumbre Vieja en La Palma y en los oídos de todos los que lo vivimos todavía retumba el sonido del volcán. La primera nube que se elevó al cielo está grabada en mi retina, como muchas otras de la erupción. Desde ese momento la dedicación de toda la comunidad científica y de los intervinientes fue plena a la emergencia.
Los científicos dejamos a un lado nuestros proyectos de investigación para ofrecer a los gestores nuestro conocimiento y apoyo. Fueron días muy duros, tanto por el intenso trabajo, como por la presión a la que nos vimos sometidos, pero nos empleamos a fondo, tanto en la recopilación de datos y el asesoramiento a los gestores de la emergencia, como divulgando la información y explicando a la sociedad los procesos que estaban ocurriendo. Me alegra decir que este trabajo dio sus frutos, porque ahora es increíble la cantidad de términos técnicos que actualmente manejan los medios de comunicación y que todo el mundo entiende.
Por suerte no empezábamos de cero. El Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico en la Comunidad Autónoma de Canarias (PEVOLCA) había sido revisado tras la erupción de El Hierro en 2011 y el Comité Científico se reunía periódicamente con lo que ya teníamos un rodaje. Además, en 2019, la Unidad Militar de Emergencias (UME) había comenzado a preparar un simulacro de terremoto y erupción volcánica que se iba a celebrar en 2021, pero que fue cancelado debido a la pandemia del Covid-19. Sin embargo, los preparativos de este ejercicio nos ayudaron a conocer el funcionamiento de una emergencia, sirviendo de entrenamiento, aunque no se pudiera llevar a la práctica.
Analizar la infinidad de datos producidos
Durante los casi tres meses que duró la actividad eruptiva, más de 1.000 personas participaron en la emergencia. Fueron días muy difíciles, tanto por el intenso trabajo, como por el impacto social que la erupción estaba teniendo. Sin embargo, el objetivo era claro, reducir al máximo el riesgo volcánico y evitar que hubiese pérdida de vidas humanas. Este fin común hizo que la colaboración interinstitucional entre las distintas administraciones públicas, científicas y todos los intervinientes fuera excelente.
Fueron 85 días en los que los científicos pudimos estudiar el comportamiento del volcán y de todo el sistema magmático que lo alimentaba en profundidad, así como de sus efectos en las infraestructuras, el medio ambiente, etc. Hemos aprendido muchísimo sobre este tipo de erupciones y el análisis de la infinidad de datos recabados permitirá un gran avance en la investigación volcanológica en Canarias y a escala internacional.
La emergencia continúa
Son muchas las publicaciones científicas que se han realizado ya sobre la erupción, pero sigue siendo necesario el apoyo científico para la gestión de la emergencia, ya que aunque la erupción finalizó el 13 de diciembre de 2021, la emergencia se mantiene debido principalmente a tres procesos: la emisión de gases, las inestabilidades del terreno y las altas temperaturas que todavía se registran en el cono volcánico y las coladas.
El principal reto en este momento para los científicos es comprender e intentar dar una solución para los gases que afectan a La Bombilla y Puerto Naos, dos localidades costeras, a las que la población no ha podido regresar después de todo este tiempo a causa de las altas concentraciones de dióxido de carbono y la escasez de oxígeno.
A corto plazo, se investigan otros procesos como el enfriamiento de las lavas o la existencia de tubos lávicos para dar a poyo a la apertura de nuevas carreteras o para la planificación territorial del nuevo espacio generado. Además, se están analizando los elementos volcanológicos de mayor valor con el fin de protegerlos para el uso y disfrute de las futuras generaciones; especialmente para su uso geoturístico como motor económico para la recuperación, ofreciendo un novedoso producto turístico.
El daño causado por el volcán hace difícil visualizarlo como un nuevo recurso geológico, pero el beneficio económico de las nuevas rutas turísticas, que ya están en funcionamiento, o su posible explotación como recurso energético a través de la geotermia, son algunos de los aprovechamientos que podría tener la sociedad palmera. Aunque esta visión será difícil hasta que no se solucionen las necesidades básicas de todos los afectados y vayan cerrando las heridas que ha dejado esta erupción.
Los análisis de peligrosidad volcánica a medio plazo para la planificación territorial deberían considerarse básicos, así como la necesidad de implementar simulacros o educar a la población en el riesgo volcánico. Los proyectos de ciencia ciudadana pueden contribuir a concienciar a la población del riesgo volcánico, a hacerles partícipes de la investigación y a mejorar su capacidad de recuperación tras una catástrofe de este tipo.
Nuevas hipótesis, nuevas tecnologías
La erupción de La Palma en 2021, la erupción de El Hierro en 2011, así como el resto de erupciones históricas ocurridas en el archipiélago canario, nos deben recordar y hacer tomar conciencia de que Canarias es un territorio volcánico activo, y que la elevada densidad poblacional se traduce en un riesgo mayor.
Se hace prioritario para los científicos analizar la ingente cantidad de información obtenida durante el proceso volcánico, elaborar nuevas hipótesis y desarrollar nuevas tecnologías que permitan asesorar mejor durante una futura erupción. Si a esto sumamos una mejor preparación de las autoridades que deben gestionar la emergencia, del resto de intervinientes y de la sociedad en general habremos ganado parte de la batalla frente al riesgo volcánico.
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