Los virus del Nilo Occidental y Crimea-Congo que provocan infecciones en España ya no vienen de fuera
Los casos de infecciones por los virus del Nilo Occidental y el de Crimea-Congo han aumentado en España. Debido a las zonas geográficas que incluyen sus nombres, hay quien ha relacionado su mayor incidencia con la llegada masiva de migrantes, pero esta idea es errónea
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El virus del Nilo Occidental es endémico en España
El virus del Nilo Occidental se denomina así porque se aisló por primera vez en 1937 en el distrito de West Nile, en Uganda. En los años 50 se aisló también de mosquitos, aves y humanos en Egipto. Poco tiempo después se produjeron los primeros brotes en Israel y desde los años 60 se detecta en Europa.
Los brotes han ido creciendo en extensión y virulencia, y en 2018 se produjo el mayor brote en Europa, con más de dos mil casos en humanos.
En 1999 el virus llegó por primera vez a América y se extendió de forma explosiva por todo Estados Unidos, México, Canadá y países del Caribe.
Actualmente, el virus está presente en todos los continentes, salvo en la Antártida. El primer caso español se detectó en 2004, pero el mayor brote ocurrió en 2020, con 77 infecciones y ocho muertes. Este año 2024 ya se han diagnosticado 17 casos, con dos fallecidos en la provincia de Sevilla.
En España el virus ya es endémico. Los datos moleculares y epidemiológicos sugieren que la primera introducción de este virus en la región del Mediterráneo occidental posiblemente fue a través de aves migratorias.
Actualmente, están presentes en España dos linajes del virus: el linaje 1 en el centro y sur peninsular y el linaje 2 en la zona nordeste. El virus no necesita nuevas introducciones desde otros territorios para producir nuevos brotes, dado que se mantiene la circulación de forma endémica en la península ibérica.
El virus del Nilo Occidental no se transmite entre humanos
El virus del Nilo Occidental se mantiene en la naturaleza entre mosquitos (del género Culex), que actúan como vectores, y aves silvestres, que actúan como reservorios o almacén del virus. En la mayoría de las ocasiones este ciclo biológico del virus pasa inadvertido, pero pequeños cambios climáticos y ambientales pueden provocar un aumento de la población de mosquitos y una mayor circulación del virus.
En estos casos, el virus puede acabar “desbordándose”, infectando a otros animales, en concreto a caballos y humanos, pudiéndoles causar enfermedad. Sin embargo, el virus en estos hospedadores “accidentales” no se multiplica suficientemente, aunque puede causar la enfermedad. Por ello, caballos y humanos actúan como hospedadores finales o “fondo de saco”, por lo que no pueden transmitir la infección. El virus del Nilo Occidental no se transmite, por tanto, entre humanos, excepto en casos de transfusiones de sangre o trasplantes de órganos.
La mayoría de las infecciones humanas son asintomáticas. Menos del 20 % presentan síntomas leves e inespecíficos como fiebre, fatiga, náuseas, dolor de cabeza, erupciones cutáneas, dolor muscular y debilidad. Menos del 1 % de los casos clínicos provoca meningitis o encefalitis, que en algunos casos pueden desembocar en coma o incluso la muerte.
Los pacientes de mayor edad y con enfermedades preexistentes como inmunodeficiencias tienen mayor riesgo de sufrir esta forma grave de la enfermedad. A nivel veterinario, este virus puede llegar también a causar enfermedad grave, incluso mortal, en los caballos. En las aves depende de la especie: mientras que muchas son resistentes a la enfermedad (pollos y pavos), otras como gansos, córvidos y algunas rapaces son altamente susceptibles y sufren tasas de mortalidad elevadas.
La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo y las garrapatas
El curioso nombre del virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo deriva de las dos regiones en las que se detectó por primera vez. En 1945 se detectó un brote de una nueva enfermedad hemorrágica que afectó a 200 militares soviéticos en la península de Crimea. Por otro lado, en 1956 se describió una enfermedad similar en varios pacientes de la República Democrática del Congo y de Uganda. Diez años más tarde se confirmó que los virus causantes de estos dos brotes, separados por varios miles de kilómetros y con más de diez años de diferencia, eran en realidad el mismo, así que se decidió incluir ambos orígenes en el nombre del virus.
El virus de Crimea-Congo se transmite por garrapatas, principalmente del género Hyalomma y puede infectar tanto a humanos como a animales, incluyendo mamíferos y aves. Es el virus transmitido por garrapatas con una distribución geográfica más extensa. Es endémico en gran parte de África, Asia, este de Europa y Oriente Medio.
Se calcula que cada año se producen entre 10 000 y 15 000 infecciones, de las cuales unas 500 son mortales.
Desde 2010 el virus se detecta en garrapatas en el suroeste de España y en 2013 se produjeron los primeros casos humanos en el país. Desde entonces ha habido algunos casos esporádicos, pero este año 2024 ha fallecido una persona en Salamanca (la quinta desde 2010). Es especialmente preocupante por la expansión geográfica de las garrapatas, por la alta tasa de mortalidad que puede llegar a provocar y porque no hay vacunas disponibles.
La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo sí puede transmitirse entre humanos
Como en el caso del Nilo Occidental, este virus también puede circular de manera silenciosa en el mundo animal. Se ha aislado de una gran variedad de animales como vacas, cabras, ovejas, liebres, erizos, ratones y perros. Algunas especies de fauna silvestre, como el ciervo, actúan como reservorios.
El virus se dispersa por movimientos de animales y “a bordo” de aves. En los animales la infección suele pasar desapercibida porque no desarrollan signos clínicos, pero actúan como almacén y amplificadores del virus. Aunque la inmensa mayoría de las aves son inmunes a la infección, pueden diseminar el virus a largas distancias transportando garrapatas infectadas con el virus.
La transmisión del virus a las personas se produce principalmente por la picadura de garrapatas. Un pequeño número de casos humanos se contagia por contacto directo con órganos, sangre y fluidos corporales de animales o personas infectadas. El virus de Crimea-Congo sí que puede, por tanto, transmitirse entre personas si no se toman las medidas de bioseguridad adecuadas.
Los signos clínicos más frecuentes son fiebre, dolor de cabeza, rigidez de cuello, escozor de ojos y fotofobia. Puede haber también náuseas y diarrea seguidas de agitación y cambios de humor bruscos. En los casos más graves, aparecen los síntomas hemorrágicos: desde pequeñas hemorragias en piel, boca y garganta hasta grandes hematomas o sangrados por boca, nariz, etc. La tasa de mortalidad en humanos es alta, alrededor de un 30%.
La estrategia “Una salud”
Ambos virus son transmitidos por artrópodos (mosquitos o garrapatas) y son zoonosis, enfermedades de los animales transmitidas al ser humano. Cuando los inviernos son más suaves y la primavera lluviosa, el clima favorece que los mosquitos y las garrapatas sobrevivan, por lo que lo esperable es que en el verano haya una mayor incidencia de estas enfermedades.
El cambio climático, las alteraciones de los ecosistemas y el cambio en el uso del territorio son factores que influyen en la distribución de estos virus, sus vectores y los animales que les sirven de almacén.
El virus del Nilo Occidental y el de Crimea-Congo son dos ejemplos de la necesidad de un abordaje multidisciplinar (One Health, Una Salud) para su prevención y control. La colaboración entre entomólogos, veterinarios, biólogos, ambientalistas y médicos es absolutamente fundamental para detectar con rapidez la presencia de estos virus y poder tomar medidas que minimicen el impacto sanitario en la población.
Varias semanas antes de que se produzcan casos en humanos, los virus se pueden detectar en mosquitos o garrapatas, y también en aves, caballos, ciervos y otros animales. La vigilancia entomológica y veterinaria es, por tanto, crucial y funciona como señal de alerta temprana de la presencia de estos virus.
La versión original de este artículo fue publicada en el blog del autor, microBIO.
Ignacio López-Goñi, MIembro de la SEM (Sociedad Española de Microbiología) y Catedrático de Microbiología, Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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