Toneladas de microplásticos llueven sobre las ciudades españolas
Durante los últimos años hemos visto cómo la palabra microplástico entraba a formar parte de nuestro vocabulario y se volvía común tanto en conversaciones cotidianas como en los medios de comunicación. Su popularidad es consecuencia de la preocupación creciente acerca de la contaminación que genera el plástico que nos rodea y que, por otro lado, nos hace la vida más fácil en sus innumerables aplicaciones
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Carlos Edo, Universidad de Alcalá; Francisca Fernández Piñas, Universidad Autónoma de Madrid; Miguel González-Pleiter, Universidad Autónoma de Madrid y Roberto Rosal, Universidad de Alcalá
Existen evidencias de la presencia de estos pequeños materiales como contaminantes en todos los ecosistemas, incluso en lugares tan remotos como la Antártida. También es un hecho bien documentado que se encuentran en nuestros alimentos y en el agua que bebemos. Nada ni nadie se libra de estar expuesto al plástico y de sus efectos potenciales.
A pesar de ello, los datos sobre su distribución ambiental son fragmentarios y particularmente escasos en algunos entornos, lo que limita la capacidad de toma de decisiones y la implantación de medidas normativas para su control.
Microplásticos en la atmósfera
Hasta ahora, el medio atmosférico es el menos estudiado con diferencia, sobre todo en comparación con el medio marino, al que se ha dedicado un gran esfuerzo investigador. Sin embargo, tiene gran importancia dado que contiene el aire que respiramos.
La inhalación constante de microplásticos puede convertirlos en un riesgo para la salud humana. Además, una vez en el aire, los plásticos se pueden mover a lo largo de todo el globo con lo que no solo transportan sus propios contaminantes, sino que favorecen la dispersión de los microorganismos que los colonizan.
Un proyecto colaborativo
En un trabajo publicado recientemente en la revista científica Science of the Total Environment, hemos cuantificado por primera vez la cantidad de plástico que se deposita en distintas localizaciones del territorio español –Madrid Moncloa y central, Vigo, Pamplona, Barcelona, Alcalá de Henares, Molina de Segura, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria– con el propósito de establecer con precisión el alcance de esta contaminación, cuyas cifras concretas son esencialmente desconocidas.
Este estudio ha sido fruto de la colaboración de un total de doce entidades de investigación españolas que forman parte de la Red de Investigación de Residuos Plásticos en el Medio Ambiente (EnviroPlaNet).
Para llevar a cabo el análisis, se desplegaron colectores de metal que se mantuvieron expuestos durante cuatro meses, distribuidos a lo largo de las cuatro estaciones del año. Tras su recogida, las muestras se procesaron en el laboratorio para caracterizar las partículas obtenidas. Con ello, logramos calcular con precisión la cantidad plástico depositado en cada momento y localización.
El plástico que cae del cielo
Después de evaluar los materiales encontrados en las distintas localizaciones, hemos podido calcular con precisión las tasas a las que se depositan los plásticos que emitimos a la atmósfera. El número de microplásticos encontrado varía aproximadamente entre 5 y 100 microplásticos depositados por metro cuadrado y día.
Nuestro estudio demuestra que las zonas más densamente pobladas o con actividad industrial reciben más cantidad de materiales plásticos, siendo Madrid, Barcelona y Vigo las ciudades con mayores tasas de depósito. Poblaciones de zonas costeras, de menor tamaño o más alejadas de los grandes centros urbanos, presentan tasas menores.
La mayoría de estos microplásticos (tres cuartas partes) fueron fibras, generalmente muy finas, con un diámetro de menos de 20 micras (la cuarta parte del grosor de un cabello humano) y compuestas en más de un 90 % por poliéster, un material ampliamente usado en la producción de fibras textiles. Además, se encontraron cantidades menores de fibras acrílicas y fragmentos de polipropileno o de poliuretano, entre otros.
Es difícil hacerse una idea de lo que representan estas cifras. Sería el equivalente a que cayesen un millón de pequeñas partículas plásticas cada día, todos los días, sobre la Puerta del Sol de Madrid. En nuestro trabajo caracterizamos la forma de todas las partículas, lo que nos ha permitido determinar su masa. Los resultados indican que sobre el área metropolitana de Madrid se depositarían hasta tres toneladas de plástico cada año o cifras cercanas a la media tonelada en ciudades como Barcelona o Vigo.
Las razones por las que nos preocupa el plástico
Lo que llamamos plástico es en realidad una familia compuesta por materiales muy variados. Muchos nos resultan extremadamente útiles y sin ellos las sociedades actuales serían difícilmente viables. Son esenciales en medicina o para la conservación de alimentos, por ejemplo. Sin embargo, los residuos que generan son muy poco degradables en el medio ambiente, difíciles de gestionar por las administraciones y su impacto a largo plazo, incluyendo el efecto sobre nuestra salud, es desconocido.
Estudios como este, en el que ha quedado demostrada empíricamente la presencia de microplásticos en la atmósfera, ayudan a señalar cuáles son los materiales más contaminantes que nos rodean y de dónde proceden.
Los microplásticos pueden ser transportados por el viento desde diversas fuentes. Estas incluyen carreteras, donde la abrasión de los neumáticos produce partículas de plástico, y también ropa, especialmente cuando se lavan prendas hechas de fibras sintéticas. El agua de los océanos y otros cuerpos de agua puede evaporarse, llevando consigo microplásticos que luego caen con la lluvia.
El hecho de que la mayoría del plástico lo hayamos detectado en forma de fibras indica una procedencia textil a partir de la ropa y otros materiales de uso común. Además, se han encontrado cantidades importantes de fibras de algodón con colores no naturales, lo que es una evidencia de que han sido modificadas artificialmente, muy probablemente también en la industria textil. Se trata de materiales que, sin ser contaminantes plásticos, son también artificiales y comparten algunos de sus riesgos.
Fenómenos sociológicos como la expansión de la moda rápida (fast fashion, en inglés), o el hecho de que los materiales textiles no se hayan diseñado teniendo en cuenta la posibilidad de que liberen microplásticos, están en la raíz del problema y deben ser afrontados con la mayor brevedad por parte de las administraciones.
Carlos Edo, Investigador Postdoctoral, Universidad de Alcalá; Francisca Fernández Piñas, Catedrática de Biología, Universidad Autónoma de Madrid; Miguel González-Pleiter, Investigador en Ecotoxicología, Universidad Autónoma de Madrid y Roberto Rosal, Catedrático de Ingeniería Química, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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