Cómo el deporte puede transformar la vida de jóvenes desfavorecidos
Un programa ejecutado en una zona de bajos recursos de Bogotá (Colombia) dentro de la iniciativa Deporte para el Desarrollo y la Paz ha utilizado la marcha olímpica como una herramienta para fomentar el desarrollo de los jóvenes de la zona
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Tegwen Gadais, Université du Québec à Montréal (UQAM); Mauricio Garzon, Université du Québec à Montréal (UQAM); Natalia Varela, Universidad Externado de Colombia y Victoria Calzolari Soto, Deutsche Sporthochschule Koln
Un programa ejecutado en una zona de bajos recursos de Bogotá (Colombia) dentro de la iniciativa Deporte para el Desarrollo y la Paz ha utilizado la marcha olímpica como una herramienta para fomentar el desarrollo de los jóvenes de la zona.
Deporte para el Desarrollo y la Paz es un movimiento internacional que comenzó en el año 2000, guiado por los objetivos de desarrollo del milenio, y ha continuado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), aprobados en 2015 e incluidos en la Agenda 2030 de la ONU.
El programa colombiano funcionó entre 1996 y 2012 en la zona de Ciudad Bolívar para, a través del deporte, ayudar a los jóvenes más desfavorecidos a alejarse de los peligros a los que se enfrentaban a diario: el alcoholismo, la violencia, la prostitución, la drogadicción, el vandalismo, las bandas armadas.
Como investigadores de instituciones alemanas, colombianas y canadienses, hemos examinado cómo el deporte ha transformado la vida de estos jóvenes colombianos afectados por el conflicto armado y la pobreza.
Los efectos de 50 años de conflicto
Colombia tiene una población de algo más de 48 millones de habitantes de los que el 22,6 % son menores de 14 años. Durante más de 50 años, el país ha sufrido enfrentamientos armados entre el Gobierno y distintos grupos guerrilleros, que han provocado más de 220 000 muertes (el 81,5 % de ellas de civiles ajenos al combate).
Según el informe de ACNUR de 2019, Colombia tiene ocho millones de desplazados internos a causa del conflicto, el mayor número del mundo. Un estudio realizado por una entidad pública colombiana de atención a las víctimas, también encontró que más de dos millones de niños y adolescentes han sufrido de manera directa las consecuencias del conflicto.
Bogotá, la capital colombiana, tiene más de siete millones de habitantes y su territorio está dividido en 20 localidades. Entre estas zonas urbanas que luchan contra la pobreza y la violencia está Ciudad Bolívar, al sur de la capital.
Con una población de casi 700 000 personas viviendo en más de 200 barrios, Ciudad Bolívar es uno de los principales asentamientos de desplazados que llegan a Bogotá.
Muchos de ellos viven en barrios marginales. Aunque la mayoría son personas con bajos ingresos, el 14,5 % entra en el segmento de personas con necesidades básicas insatisfechas. Esto es, que habitan en viviendas inapropiadas, hacinadas y con servicios básicos insuficientes. Esto incluye falta de electricidad y agua potable, así como niños en edad escolar que no van a la escuela.
Considerada una de las zonas más peligrosas de la ciudad, Ciudad Bolvar cuenta con muy pocos espacios de juego para los niños. También es arriesgado para ellos estar en la calle por la presencia de bandas callejeras y otros grupos ilegales. Por último, es la parte de Bogotá con un mayor número de menores de cinco años en situación de pobreza (17 %).
El deporte y los jóvenes de Ciudad Bolívar
En 1996, se creó el club Potosí La Isla, nacido del proyecto Escuela de Comunidad del barrio Potosí en Ciudad Bolívar. Desde el principio, el club contó con el apoyo de la escuela y de la comunidad de la zona.
Los jóvenes atletas se entrenaban bajo el Palo del Ahorcado, un lugar muy significativo para la gente de Ciudad Bolívar.
Debido al éxito del programa, en 1999 el club Potosí La Isla se convirtió en el club deportivo (de marcha olímpica), que a su vez se convirtió en club olímpico, al haber clasificado varios marchistas a las olimpiadas de 2008, 2012, 2016.
El objetivo del programa era doble.
Desde el punto de vista formativo, se pretendía que los jóvenes continuaran su educación para obtener una capacitación técnica o profesional que les permitiera ganarse la vida tras su retirada del deporte.
Desde el punto de vista deportivo, el programa pretendía apoyar a los jóvenes atletas en su desarrollo deportivo para que pudieran rendir al máximo de sus capacidades y lograr resultados deportivos importantes en su categoría a nivel distrital, nacional e incluso internacional.
A lo largo de los años, varios de sus atletas clasificaron para los campeonatos nacionales y los Juegos Suramericanos. Desde su creación, ocho jóvenes de entre 13 y 16 años fueron seleccionados para competir en las pruebas de marcha olímpica de 800, 1 500 y 3 000 metros, y seis se clasificaron para las competiciones intercolegiales nacionales.
Un estímulo para las inscripciones
Los éxitos alcanzados llevaron a que un número creciente de jóvenes de Ciudad Bolívar se inscribieran en el club. Cerca de 100 de ellos empezaron a participar y a ganar en diversas competiciones, atrayendo la atención de medios de comunicación internacionales.
Las autoridades deportivas de Bogotá seleccionaron a unos 40 jóvenes del club para que representaran a la comunidad en las competencias de nivel nacional y les apoyó con diversos servicios (transporte, tecnología, alimentación y salud). Una decena de estos atletas se convirtieron en medallistas nacionales, sudamericanos, panamericanos y mundiales.
Cómo el deporte puede cambiar vidas y naciones
En el movimiento Deporte para el Desarrollo y la Paz, el deporte sirve como vehículo para lograr diversas metas sociales y humanitarias: educación, cohesión social, salud, reinserción, diplomacia y paz.
Esta actividad puede servir de palanca para la integración o reintegración social en los países en desarrollo o en las zonas afectadas por conflictos. El deporte puede ser un medio para inculcar a los jóvenes el respeto tanto a sus oponentes como a las reglas de juego, el trabajo en equipo, el espíritu deportivo, la determinación y la disciplina.
También puede contribuir al desarrollo individual, a la promoción de la salud y la prevención de enfermedades, a la igualdad de género, a la integración social, a la consolidación de la paz, a la prevención y resolución de conflictos y al alivio del estrés postraumático. Desde la perspectiva del desarrollo, el objetivo es promover el deporte para las masas, no el deporte de élite.
En la práctica, la iniciativa Deporte para el Desarrollo y la Paz puede adoptar muchas formas. Puede ser la creación de clubes y torneos como han hecho en El Salvador para recuperar el territorio tomado por las bandas callejeras y conseguir que los niños asistan a la escuela. O puede ser también, formar a entrenadores en los barrios más pobres de Montreal para que sean mentores de los niños.
En Madagascar, el deporte se utiliza para mantener a los niños ocupados después de la escuela y alejados de los peligros de la calle.
También puede adoptar la forma de partidos de fútbol entre jóvenes palestinos e israelíes para trabajar la cohesión social y enseñarles el respeto mutuo.
Nada de esto es nuevo. En 1894, Pierre de Coubertin, el fundador de los Juegos Olímpicos modernos, afirmó: “Sigo convencido de que el deporte es uno de los elementos más poderosos de la paz y confío en su acción futura”.
Pero quizás hayan sido las palabras dichas por Nelson Mandela en la ceremonia de entrega de los Premios Laureus del Deporte Mundial del año 2000 las que más hayan inspirado este movimiento. El expresidente sudafricano dijo:
“El deporte tiene el poder de cambiar el mundo. Tiene el poder de inspirar, tiene el poder de unir a la gente de una manera que pocas otras cosas pueden”.
De hecho, el propio Mandela utilizó el poder del deporte en la Copa del Mundo de Rugby de 1995, tras el fin oficial del apartheid, para unir al pueblo sudafricano, quizá el mejor ejemplo de la naturaleza curativa del deporte.
Tegwen Gadais, Professor, Département des sciences de l'activité physique, Université du Québec à Montréal (UQAM); Mauricio Garzon, Associate Lecturer, Physical Activity Sciences, Université du Québec à Montréal (UQAM); Natalia Varela, Professor, Family and Childhood Studies, Universidad Externado de Colombia y Victoria Calzolari Soto, Ph.D. Candidate, Social Sciences, Deutsche Sporthochschule Koln
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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