De la enseñanza de la literatura a la educación literaria
La educación literaria se centra en la experimentación y el disfrute de la literatura por encima de la memorización de obras, autores, o movimientos literarios
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Xavier Mínguez López, Universitat de València
La enseñanza de la literatura, tal como la conocemos tradicionalmente, se inició en el siglo XIX con la alfabetización y escolarización masiva. En aquel contexto, resultaba prioritario transmitir una serie de valores al alumnado, relacionados habitualmente con los principios de las nacionalidades emergentes y las históricas.
Desde aquellos inicios, la enseñanza de la literatura ha sufrido cambios drásticos en su metodología, dando lugar a lo que entendemos hoy en día como educación literaria.
La educación literaria se centra en la experimentación y el disfrute de la literatura por encima de la memorización de obras, autores, o movimientos literarios. Es en este contexto en el que se inscribe también la animación lectora.
Hábito lector y exceso de contenido
La animación lectora tiene como principal objetivo desarrollar el hábito lector en el alumnado, es decir: que el contacto con la literatura se prolongue con la lectura como una opción más para su tiempo de ocio.
Para ello, se utilizan técnicas que motivan la lectura, tanto en el aula como la realizada fuera de clase de manera autónoma.
El principal problema para la implantación de estos planes de fomento de la lectura, que en algunas comunidades autónomas españolas, como la valenciana, son prescriptivos, es el exceso de contenidos que figuran en el currículum.
A pesar de que la metodología que sugiere el currículum entra de lleno en el enfoque de la educación literaria, la lista de contenidos de literatura clásica es tan abrumadora que resulta contradictorio proponer un enfoque más centrado en el disfrute y la sensibilización hacia el hecho literario y, al mismo tiempo, incluir una perspectiva enciclopédica.
¿Crear lectores o conocimiento enciclopédico?
Entonces, ¿es posible fomentar la lectura en el aula de secundaria? Desde nuestro punto de vista, no solo es posible, sino que debe ser uno de los objetivos de la clase de literatura.
Para ello contamos con un amplio abanico de actividades que promueven un acercamiento al hecho literario de forma atractiva. Hay que tener en cuenta que el alumnado tiene poca experiencia lectora, menor capacidad de comprensión, diferentes intereses literarios y niveles de interés, de capacidad de descodificación, etc.
Así pues, la fórmula del café para todos no parece la óptima para despertar el interés por la lectura.
Lectura autónoma o compartida
La lectura compartida de un único libro para toda la clase puede ser una excusa para establecer vivos debates sobre los temas que trata, sobre el enfoque de estos e incluso sobre el estilo. Esta sería una de las ventajas de prescribir un libro para todo el grupo.
Otras ventajas tienen que ver con la posibilidad de leer en voz alta de manera colectiva. La lectura en voz alta es reclamada por numerosas asociaciones de docentes como un recurso excepcional para el trabajo de la literatura en el aula.
No solo permite explicar el vocabulario sobre la marcha, sino que también nos permite comentar fragmentos, iniciar debates, hacer inferencias sobre la trama, etc. Es una manera de compartir la lectura con el resto del grupo y de ofrecer un espacio al alumnado para que haga sus interpretaciones y sus críticas.
Literatura aplicada en clase
La consigna, en realidad, es que en clase de literatura se habla de literatura; no tanto de conceptos descontextualizados, como de esos conceptos aplicados a las obras que se leen en clase o fuera de ella.
De la lectura de un poema, por ejemplo, lo más importante es, en primer lugar, descifrar los significados (más de uno, la literatura se caracteriza por la diversidad de interpretaciones).
En segundo lugar, empatizar con el mensaje del poema, tratar de que las emociones que trata de transmitir el autor o la autora lleguen realmente al alumnado y que las puedan sentir como propias.
En tercero, ver de qué manera se emplea la lengua para crear esas emociones.
¿Y qué hacemos con los clásicos?
Como vemos, en ejercicios de este tipo la literatura clásica no es siempre nuestra mejor aliada. Por muy bello que nos pueda parecer un poema del siglo XVI, hay que tener en cuenta que tiene cinco siglos de antigüedad, y nuestra sociedad y valores en poco se parecen a las que representa el poema.
Por eso, además de tomar contacto con nuestros clásicos, el alumnado debe experimentar el hecho literario con la literatura que se escribe expresamente para ellos: la literatura juvenil.
La selección de obras
Existe un volumen muy importante de obras de estas características, lo que implica también que existen muchas obras que podemos calificar sin paliativos como malas o muy malas, pero también obras buenas e incluso excepcionales.
Para seleccionar estas buenas obras, es importante que el profesorado conozca la crítica sobre esta rama de la literatura. La revista CLIJ es un buen referente, pero también existen blogs, booktubers, e incluso la literatura científica sobre el tema para las personas más inquietas.
Se trata de encontrar un equilibrio entre los contenidos y nuestra vocación de crear lectores y lectoras.
Facilitar la comprensión y la heterogeneidad
Es posible seleccionar obras canónicas que interesen en mayor medida al alumnado que otras y combinarlas con literatura juvenil, obras contemporáneas e incluso novelas gráficas, cine o animación.
En muchas ocasiones, será más fácil explicar un concepto a través de una serie de TV que a través de un capítulo de El Quijote. Si nuestro objetivo es entender ese concepto, lo natural es facilitar la comprensión de la manera que consideremos más fructífera.
Debemos ser conscientes de que nuestro consumo cultural es poliédrico y heterogéneo. Una persona culta puede ir hoy a la ópera y mañana leer un cómic o ver una comedia en la televisión.
Los centros educativos no pueden erigirse como un gueto para la literatura clásica, ya que la importancia de esta literatura yace, en gran medida, en que nos proporciona referentes para entender las obras contemporáneas.
Como dicen Luna, Cassany y Sanz en un famoso manual de didáctica, la educación obligatoria es el primer contacto con los clásicos de nuestro alumnado. Deberíamos procurar que no fuera el último.
Xavier Mínguez López, Profesor en la Universitat de València. Departamento de Didáctica de la lengua y la literatura, Universitat de València
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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