El misterio de las canoas abandonadas cerca de Roma hace 7 000 años

Hace al menos 7 000 años, junto a un lago cercano a lo que hoy es Roma, una comunidad desarrolló una tecnología en sus embarcaciones muy superior a lo que cabía esperarse. Vivieron allí durante 450 años hasta que lo abandonaron todo: sus casas, sus grandes embarcaciones, sus instrumentos e incluso sus recipientes llenos de comida. Y la escena quedó allí, congelada Este yacimiento neológico excepcional se descubrió en la década de 1980. Y tras varias décadas de investigaciones, esto es lo que sabe la ciencia sobre los pobladores de La Marmotta

El misterio de las canoas abandonadas cerca de Roma hace 7 000 años
Una de las canoas neolíticas del yacimiento italiano de la Marmotta con una antigüedad comprendida entre 7.000 y 7.500 años y una tecnología muy avanzada. Museo delle Civiltà- MPE L. Pigorini, CC BY

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Juan F. Gibaja, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades (IMF-CSIC); Berta Morell Rovira, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades (IMF-CSIC); Francisco Javier Santos Arévalo, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC); Izaro Quevedo-Semperena, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades (IMF-CSIC); Laura Caruso-Fermé, Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas y Niccolò Mazzucco, University of Pisa

Cómo llegaron hasta allí y de dónde venían

El mar Mediterráneo ha sido la cuna de numerosas civilizaciones. Fenicios, griegos, romanos y cartagineses surcaron este mar, prácticamente cerrado, para trasladarse de manera rápida a lo largo de sus costas y sus islas.

Uno de los principales fenómenos migratorios de la historia se documenta en el Neolítico, cuando comunidades de agricultores y pastores iniciaron su diáspora por toda Europa y el Norte de África desde su foco de origen en Próximo Oriente, hace unos 10 000 años a.e.c.

Por diferentes razones, entre ellas un fuerte aumento demográfico, cambios climáticos drásticos y una menor productividad de la tierra, algunos grupos marcharon y fueron ocupando paulatinamente toda Europa.

En el caso del Mediterráneo, la presencia de estos grupos humanos se documenta hacia el 6 900 a.e.c en tierras helenas, hacia el 6 100 a.e.c en el sur de la península italiana, durante el 5 700 a.e.c en el noreste de la península ibérica y en el 5 400 a.e.c en las costas lusas del Atlántico.

El mar Mediterráneo debió ser una vía segura y rápida por la que transportar personas, animales y bienes en embarcaciones. Prueba de ello es la detección de sus huellas en numerosos asentamientos neolíticos en islas y en los territorios próximos a la costa.

Esta fue la razón que llevó a autores como Jean Guilaine y João Zilhão a proponer que aquellas primeras comunidades de agricultores y pastores debieron desplazarse preferentemente por mar mediante pequeños movimientos de navegación.

Qué hay al otro lado del mar

Aquellos grupos no se lanzaron al mar sin conocer que había más allá del horizonte que veían desde sus costas. Los conocimientos que tenían sobre las rutas marinas comenzaron con las comunidades cazadoras-recolectoras-pescadoras del Mesolítico, y quizás antes, transmitiéndose y perfeccionándose de generación en generación.

Solo así se explica la presencia de ocupaciones mesolíticas en las islas de Chipre, Córcega, Sicilia y diversas islas de Grecia, como Icaria, Lemnos y Melos.

Por qué se han conservado

La conservación en arqueología de ciertos restos bióticos, como la madera, la piel o las plantas no leñosas, solo es posible en contextos anaeróbicos donde las bacterias no trabajan en su plenitud. En concreto, espacios con mucho frío, de alta temperatura y sequedad, bajo el agua o con mucha humedad. Este es el caso del asentamiento de La Marmotta, un yacimiento hallado en el interior del lago di Bracciano, en la población italiana de Anguillara Sabazia. Su ubicación, a 3 metros por debajo del fondo del lago, ha permitido su conservación de manera natural.

Localización del asentamiento, bajo el lago Barciano, muy cerca de Roma. Museo delle Civiltà- MPE L. Pigorini, CC BY

El asentamiento, descubierto a finales de los años 1980 al realizar trabajos de canalización para transportar el agua del lago a Roma, fue ocupado por las primeras poblaciones agricultoras y pastoras del Neolítico que llegaron al centro de la península italiana hace unos 5 700 años a.e.c.

La comunidad de La Marmotta eran los descendientes de aquellos primeros agricultores y pastores de Próximo Oriente que ocuparon poco a poco todo el Mediterráneo. Tras varias generaciones, y procedentes probablemente del sur de la península italiana, encontraron a orillas del Lago di Bracciano un enclave perfecto para vivir: agua dulce, buenas tierras para el cultivo, un paisaje donde poder cazar, recolectar, pescar y obtener numerosas materias primas con las que construir sus casas y hacer parte de sus útiles. ¿Qué más podían pedir?

Las cinco piraguas de La Marmotta

Entre los materiales elaborados en madera hallados en La Marmotta, hay cinco grandes piraguas que hablan de gentes que tenían amplios conocimientos marítimos y navales. Es posible que llegaran a La Marmotta desde las costas del Mediterráneo a través del río Arrone.

La canoa Marmotta 1, está excavada en un tronco de roble y tiene 10,43 metros de longitud, 1,15 metros de ancho en la popa y 0,85 metros de ancho en la proa, y una altura de 65 a 44 centímetros. Museo delle Civiltà- MPE L. Pigorini, CC BY

Allí estuvieron durante unos 450 años hasta que un evento posiblemente catastrófico, producto del cual hubo una subida del nivel del lago, les obligó a abandonar sus casas, sus embarcaciones, sus instrumentos e incluso sus recipientes llenos de comida.

Las piraguas son monóxilas, es decir, elaboradas sobre un único tronco. A diferencia de otros yacimientos neolíticos más recientes, donde las canoas se hacen siempre con una sola especie, en La Marmotta se han identificado hasta 4 especies diferentes: roble, olmo, haya y álamo. Eso demuestra que conocían perfectamente las propiedades y usos de la madera de distintos árboles. Su tamaño es diverso. Desde la más pequeña, de 5,4 metros, hasta la mayor, con 10,43 metros.

Los refuerzos y una vela posible

La complejidad técnica de las embarcaciones no se refleja únicamente en su longitud, sino también en la presencia de ciertos elementos navales vinculados. Este es el caso de los refuerzos transversales elaborados en la base de las piraguas, y en especial de las tres piezas en forma de “T” adosadas a uno de los laterales de la piragua 1.

Estas piezas muestran 2, 3 y 4 perforaciones, respectivamente. Aunque no tenemos referentes arqueológicos y etnográficos que nos ayuden a conocer su utilidad, por su forma manejamos tres hipótesis: pudieron servir para atar cabos vinculados a una posible vela, se usaron para añadir un estabilizador o fueron elementos intermedios para unir otra embarcación a modo de catamarán, obteniendo así un doble casco.

Esta complejidad técnica habla de la existencia de personas con enormes conocimientos tecnológicos y especializados en la elaboración de piraguas.

La datación por carbono 14 de las cinco piraguas, y de una de las piezas en forma de “T”, demuestra que fueron realizadas aproximadamente entre el 5 600 y el 5 300 a.e.c. Son las embarcaciones más antiguas del Neolítico de Europa y las únicas encontradas de este periodo en el Mediterráneo.

Pudo haber más y debió haber muchas otras comunidades con tecnología avanzada surcando el mar.


_Han colaborado también en este artículo Gerard Remolins (Regirarocs), Mario Mineo (Museo delle Civiltà di Roma) y Alba Masclans (Milá i Fontanals Institution (IMF-CSIC))
_The Conversation

Juan F. Gibaja, Researcher in Prehistory, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades (IMF-CSIC); Berta Morell Rovira, Investigadora postdoctoral contratada Arqueología, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades (IMF-CSIC); Francisco Javier Santos Arévalo, Titulado Superior Especializado, Servicio de Datación por Radiocarbon, Centro Nacional de Aceleradores., Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC); Izaro Quevedo-Semperena, Personal de Apoyo Técnico, Institución Milá y Fontanals de Investigación en Humanidades (IMF-CSIC); Laura Caruso-Fermé, Investigadora, Instituto Patagónico de Ciencias Sociales y Humanas y Niccolò Mazzucco, Dipartimento di Civiltà e Forme del Sapere, University of Pisa

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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