Las dificultades de lenguaje en la escuela inclusiva: ¿hace falta más apoyo?
Se calcula que alrededor de un 12 % de los niños y niñas de todo el mundo tienen dificultades de lenguaje. Esto supone que tres alumnos en cada clase tienen dificultades del lenguaje oral o escrito
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No todas las dificultades son iguales ni tienen el mismo impacto en el aprendizaje escolar. Si se trata de dificultades que afectan a la lectura únicamente, es decir, al proceso de decodificación de las letras y fonemas, hablamos de dislexia. Esta es la dificultad más habitual de las dos (un 10% del alumnado); los estudiantes con dislexia no tienen la misma fluidez lectora que sus compañeros y les supone un esfuerzo mayor comprender los textos escritos.
En cambio, cuando estas dificultades se presentan en el lenguaje oral se denominan “trastorno del desarrollo del lenguaje” o TDL.
Las personas con TDL tienen un retraso persistente del lenguaje que afecta a su comunicación y aprendizaje a lo largo de su vida. A los niños y niñas que tienen este trastorno se los identifica porque su retraso en el habla no se resuelve a partir de los 5 años, y no tienen tampoco ninguna otra condición médica que pueda explicar este retraso (daño cerebral, condiciones genéticas, pérdida auditiva, trastornos del espectro autista o discapacidad intelectual).
El alumnado con TDL representa un 7% del total: es decir, dos alumnos de cada clase tienen dificultades de lenguaje oral persistentes.
Ambas dificultades, dislexia y trastorno del desarrollo del lenguaje muchas veces aparecen conjuntamente. Así, el 43 % de los niños con TDL también tienen dificultades de lectura, y el 55 % de los niños diagnosticados de dislexia cumplen los criterios de TDL.
El impacto en el rendimiento escolar
En ambos casos, a pesar de presentar una inteligencia normal e incluso alta, las dificultades específicas de estos alumnos tienen un impacto significativo en su desempeño escolar, ya que la educación depende en gran medida de las habilidades del lenguaje (tanto orales como escritas).
De hecho, estudios previos han mostrado que los alumnos con dificultades del lenguaje tienen peor rendimiento académico que sus compañeros, llegando a tasas de repetición de curso de casi el 60 %, muy por encima del 7 % que presenta el alumnado sin dificultades.
No obstante, no todo el alumnado con dificultades del lenguaje obtiene peor rendimiento académico que sus iguales. Por ello, es importante estudiar y conocer qué factores personales y medidas escolares influyen en estos resultados diversos, con el objetivo de prevenir de la mejor manera posible el fracaso escolar.
Qué ofrece el enfoque inclusivo
El modelo de escuela inclusiva actualmente en vigor en España busca construir un entorno donde las diferencias entre personas sean valoradas positivamente y no exista ninguna segregación dentro del entorno educativo. Aunque plantea que es necesario abordar la individualidad y las necesidades particulares de cada estudiante, es en cierto sentido contrario a una intervención terapéutica e individual.
En el caso de los alumnos con dificultades de lenguaje, su planteamiento es similar al de todo el alumnado. Es decir, propone una atención a partir del modelo de diseño universal de aprendizaje: diseñar los aprendizajes de manera que proporcionen múltiples formas de implicación (el porqué del aprendizaje), proporcionen múltiples medios de representación (el qué del aprendizaje) y proporcionen múltiples medios de acción y expresión (el cómo del aprendizaje).
Una investigación de varios años
¿Funciona este planteamiento? Como parte de un proyecto más amplio, nuestro grupo hizo un seguimiento durante la educación primaria de 107 estudiantes de las Islas Baleares. Una parte de estos alumnos presentaba un desarrollo típico, otra parte presentaba dificultades lectoras (dislexia) y un tercer grupo tenía trastorno del desarrollo del lenguaje (TDL).
A lo largo de los años, se obtuvieron los resultados académicos de estos niños y niñas. Estos alumnos asistían a diez escuelas, tanto urbanas como rurales y tanto públicas como concertadas. Los propios profesionales de estos centros escolares a los que asistían nos informaron de los indicadores de inclusión, metodologías activas y atención a la diversidad que presentaba su centro educativo.
¿Cómo se mide la inclusión?
Para medir en qué medida los centros en los que investigamos tenían en marcha un modelo inclusivo, usamos los indicadores de inclusión de la Autoevaluación de Centros para la Atención a la Diversidad desde la Inclusión (ACADI), que proponen evaluar desde cuántos, cuáles y cómo se utilizan los recursos hasta el grado de implicación de las familias, la flexibilidad de espacios y tiempos, el acceso de refuerzo educativo o la variedad de metodologías de enseñanza para adaptarse a cada necesidad.
Otras cuestiones que se miden son la accesibilidad de todas las actividades, la búsqueda de una implicación de los alumnos en su proceso de aprendizaje a través de estrategias cooperativas y colaborativas o el consenso en la elaboración de horarios y grupos.
Nivel de inclusión y resultados académicos
Nuestros resultados mostraron que el grupo sin dificultades presentaba un rendimiento académico superior que los dos grupos de dificultades de lenguaje. En ese sentido, el grupo de desarrollo típico obtuvo la mejor nota media de la educación primaria (8,2), seguido del grupo con dificultades de lectura (6,6) y el de trastorno de desarrollo de lenguaje (5,9).
En cuanto a la frecuencia de repetición de curso, las diferencias entre los grupos también fueron visibles: mientras que solo repetían un 2 % de alumnos en los grupos sin dificultades y con dificultades de lectura, esta tasa aumentaba hasta el 36 % en el grupo con trastorno de desarrollo del lenguaje (TDL).
En lo que respecta al nivel de inclusión de los centros educativos, los resultados mostraron que tenía poco impacto en el rendimiento académico. La nota media de todo el alumnado, tanto si tenía o no dificultades de lenguaje, era ligeramente superior en los colegios con indicadores altos de inclusión que en los que tenían niveles más bajos.
Pero en lo que respecta a la parte más importante del estudio, lo que pudimos comprobar es que mientras algunos indicadores de inclusión sí se relacionaban con mejores (aunque con muy poca diferencia) resultados académicos de los alumnos con dislexia, en cambio, no tenían ningún impacto en los resultados académicos de los alumnos con trastorno del desarrollo del lenguaje.
¿Cómo ayudar a los alumnos con TDL?
Los resultados del presente estudio señalan claramente que las medidas de inclusión no están ayudando (o no lo suficiente) a los alumnos con trastorno de desarrollo del lenguaje. En su caso, resulta necesario un enfoque más específico que entienda completamente sus dificultades y se centre en modelos más especializados.
Por ejemplo, el de respuesta a la intervención o RTI (Response to Intervention). Investigaciones previas han mostrado que es eficaz. Consiste en establecer tres niveles de atención a todos los alumnos:
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Un primer nivel general dirigido por el tutor a todo el alumnado.
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Un segundo nivel más especializado dirigido por especialistas de audición y lenguaje o logopedas a aquel alumnado que no avanza en el nivel general.
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Un tercer nivel individual dirigido por especialistas para el alumnado que necesita una atención más específica.
Para ello se necesitan logopedas y otros especialistas del lenguaje que establezcan protocolos y estrategias para integrar este modelo de intervención específica con el modelo inclusivo.
Pese a que el modelo inclusivo es deseable y resulta necesario, en algunos casos, es importante una atención individualizada en la que participen los profesionales de la logopedia.
Eva Aguilar Mediavilla, Catedrática de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación, Universitat de les Illes Balears; Daniel Adrover Roig, Profesor Titular de Universidad, Universitat de les Illes Balears; Jorge Luis Guirado Moreno, Investigador en Educación, lenguaje y control ejecutivo, Universitat de les Illes Balears; Lucía Buil-Legaz, Profesora contratada doctora en Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación, Universitat de les Illes Balears y Mario Valera Pozo, Profesor asociado de Pedagogía Aplicada y Psicología de la Educación, Universitat de les Illes Balears
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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