Un cambio climático intenso es ya imparable
Los niveles actuales de CO₂ y metano ya garantizan un aumento de temperatura global, con efectos como el deshielo polar, más emisiones de metano y menor reflexión solar
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¿Podemos aún evitar que el cambio climático tenga consecuencias que impacten de manera grave en la humanidad? La respuesta es que no, y se basa en dos razones, una derivada de la ciencia positiva y la otra de la sociología.
La atmósfera țiene hoy una concentración de dióxido de carbono (CO₂) de 422 ppm (partes por millón), cantidad que se alcanzó por última vez hace cinco millones de años, y una concentración de metano de 1,9 partes por millón (ppm). La concentración de metano hace 800 000 años oscilaba entre 0,6 y 0,8 ppm. La acción de calentamiento de esa cantidad de metano es un tercio de la del CO₂.
Incluso si hoy mismo se dejase de emitir dióxido de carbono, la temperatura de la Tierra continuaría aumentando, pues no se ha alcanzado el punto de equilibrio entre la energía que llega del Sol y la que emite nuestro planeta correspondiente a esa concentración. El Sol calienta la Tierra, y esta se enfría emitiendo radiación infrarroja en una cantidad que depende de las concentraciones de CO₂ y metano en su atmósfera. Hasta que la superficie terrestre no aumente su temperatura (y esto es lento comparado con la velocidad de aumento de ambos gases) no se igualarán las energías recibidas y emitidas.
Mientras no se alcance ese equilibrio, la capa de hielo de las zonas polares del hemisferio norte continuará disminuyendo en extensión, año a año. Esto tiene dos efectos:
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Las tundras desheladas de Siberia, Alaska y Canadá continuarán emitiendo metano, cuya capacidad de calentamiento de la superficie del planeta es 30 veces superior a la del CO₂.
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La superficie helada que refleja la radiación incidente que llega del Sol se reduce año a año, de manera que esa radiación es absorbida por el suelo y la superficie del mar. Así, el aumento de la temperatura media global de la superficie de la Tierra seguiría subiendo al menos durante 20 años, acercándose a los 2 °C de ascenso.
El mundo no renuncia a los combustibles fósiles
Las razones sociológicas son también dos:
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Los cambios políticos en el mundo. Recientemente, los estadounidenses han elegido un presidente decidido a eliminar cualquier medida tendente a reducir la quema de combustibles fósiles. Por su parte, la India, con 1 400 millones de habitantes, no puede sustituir esos combustibles fósiles en un plazo de 30 años. Y China, que está haciendo un cierto esfuerzo para instalar placas solares y aerogeneradores, no podrá eliminar las centrales de carbón antes de 2050, y está extrayendo y quemando petróleo.
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De aquí a 2050, se estima que la población del planeta habrá aumentado en unos 2 000 millones de personas, que precisarán de nuevos alimentos, vivienda y transporte. Dado que la mayoría de estos individuos vivirán en regiones no muy tecnificadas, deberán satisfacer esas demandas de energía principalmente mediante combustibles fósiles.
Ambas realidades sugieren que la humanidad no va a controlar la subida de la temperatura media global del planeta.
Las zonas polares se calientan más
Las zonas tropicales del planeta están esencialmente cubiertas de agua. Al calentarse, en esas zonas se evapora más agua, y la subida de temperatura es limitada. Si tenemos una clase de alumnos en la cual la media de sus calificaciones aumenta en tres unidades, pero las notas más altas (la mayoría) solo lo hacen en dos unidades, indefectiblemente las notas más bajas deben aumentar bastante más de esas dos unidades. Esto ocurre en la esfera que es el planeta. En las zonas tropicales, con mucha más superficie que las zonas polares, va a aumentar –de hecho ya está aumentando– poco su temperatura, mientras que en las zonas polares la subida es de al menos el doble.
Ahora bien, el movimiento de las masas de aire está controlado por la corriente en chorro polar (el jet stream, por su denominación inglesa) que rodea la Tierra en las latitudes medias a una altura de unos 11 km.
El chorro polar se crea por la diferencia de temperaturas entre las zonas tropicales y las zonas polares. Cuanto mayor es esa diferencia de temperaturas, más intenso es el chorro. Una corriente fluida que circula a alta velocidad (relativa) tiene meandros pequeños. Pero si la corriente se debilita, los meandros se hacen muy grandes.
En un planeta donde la temperatura de las zonas polares crece mucho más que la de las tropicales, la corriente en chorro se debilita, y sus meandros alcanzan desde la atmósfera situada encima de Groenlandia hasta las costas de Argelia, y equivalentemente en China y en el continente americano.
Fenómenos extremos más intensos y frecuentes
En un planeta en el cual la superficie del mar está más caliente, se evapora más agua. Al ascender, este vapor de agua encuentra con mayor frecuencia los meandros del chorro polar, muy fríos, condensa y precipita en cantidades considerables y a lo largo de todo el año.
Puesto que el cambio climático no va a ser controlado, debemos esperar con total seguridad un incremento constante y repetido de los fenómenos atmosféricos extremos. Entonces, ¿qué podemos hacer? Los acuerdos internacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono y el metano no tienen el efecto esperado, por las razones sociológicas expuestas más arriba.
Pero cada país, por sí mismo, puede tomar toda clase de medidas eficaces para adaptarse a ese cambio climático.
Por ejemplo, muchas islas y zonas costeras ya están construyendo diques para adaptarse a uno de los efectos del calentamiento de la Tierra: la subida del nivel del mar.
Las sequías pueden controlarse mediante reforestación, forzando al aire húmedo a precipitar de forma suave. Las precipitaciones tormentosas pueden repartirse en grandes superficies mediante el control del flujo del agua en las laderas de las montañas, impidiendo su concentración en cauces únicos y estrechos y forzando su reparto en horizontal en grandes áreas. Otros extremos pueden ser también controlados, y las personas y la economía pueden adaptarse a ellos. Hoy aún hay tiempo. Si esperamos 30 años, volveremos a llegar tarde.
Antonio Ruiz de Elvira Serra, Catedrático de Física Aplicada, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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