Los desafíos de la lucha contra el dopaje en París 2024

Los Juegos Olímpicos de París 2024 reunirán a más de 10 000 deportistas que competirán en 32 deportes diferentes, y todos estarán sujetos a las reglas que se establecen en el Código Mundial Antidopaje La Agencia Internacional de Controles (ITA) será la encargada de organizar y gestionar todos los controles en esta gran cita deportiva, que vuelve al continente europeo después de 12 años

Los desafíos de la lucha contra el dopaje en París 2024
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Millán Aguilar Navarro, Universidad Francisco de Vitoria y Jorge Domínguez Carrión, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

Gran despliegue para evitar las trampas

Más de 1 000 profesionales participarán en las distintas etapas de esta lucha contra el dopaje. Alrededor de 800 actuarán como chaperones para informar a los deportistas y acompañarlos durante todo el proceso.

Cada sede de competición dispondrá de un espacio específico para estos controles, en el que unos 360 agentes realizarán test de sangre y orina a los deportistas siguiendo el Estándar Internacional para Controles e Investigaciones (ISTI).

Una novedad es que, tras haberse estrenado durante los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, el método de toma de muestra con gota de sangre seca (DBS, por sus siglas en inglés) será también utilizado en París 2024. Consiste en recolectar una pequeña cantidad de sangre, generalmente mediante un pinchazo en un capilar, que luego se seca sobre un papel absorbente especial.

Introducido como herramienta de detección complementaria, es un procedimiento mínimamente invasivo que permite un transporte de las muestras sanguíneas de manera más eficiente en comparación al método tradicional y que supone un ahorro en los costes de almacenamiento y envío a los laboratorios, entre otras ventajas.

Un inamovible 2% de casos positivos

Desde la creación de la Agencia Mundial Antidopaje (WADA, por sus siglas en inglés) en 1999, ha habido un fuerte movimiento de lucha contra el dopaje entre las organizaciones deportivas y las autoridades gubernamentales.

Aunque se han dado pasos importantes durante los últimos años, este objetivo está lejos de alcanzarse por completo: existen evidencias de que los deportistas de élite siguen utilizando sustancias prohibidas.

Por poner un ejemplo reciente, la Asociación China de Natación ha seleccionado para los Juegos de París a 11 nadadores que dieron positivo en 2021 por trimetazidina, un medicamento cardíaco prohibido. A pesar de que las pruebas se llevaron a cabo los meses previos a los Juegos de Tokio 2020, los resultados se dieron a conocer este año, lo cual ha generado una gran controversia a nivel internacional.

De hecho, desde hace muchos años, la proporción de detecciones de dopaje en las disciplinas olímpicas se mantiene estable en aproximadamente el 2 % (2 de cada 100 pruebas resultan positivas). Y eso que el número de controles sigue aumentando año tras año en la mayoría de los deportes.

Los deportes más vigilados

Aunque los agentes anabólicos (sustancias que reducen la grasa corporal y aumentan el tamaño de los músculos y la fuerza) son las sustancias detectadas con mayor frecuencia, se puede decir que cada disciplina deportiva tiene su “especialidad”.

Simplificándolo mucho, el rendimiento físico suele depender de la combinación de cuatro componentes principales: habilidad, fuerza, resistencia y recuperación. En el mercado hay medicamentos con la capacidad de mejorar estas cuatro dimensiones, lo que determina el uso de sustancias prohibidas en cada modalidad deportiva:

  • Las actividades que exigen fuerza máxima y explosividad son más susceptibles al dopaje de andrógenos a través de su efecto en el aumento de la masa muscular y la fuerza.

  • Los deportes que requieren resistencia aeróbica pueden buscar ayuda en el dopaje sanguíneo u otras estrategias que aumentan artificialmente la capacidad de transporte de oxígeno de la sangre.

  • Los deportes de contacto y que involucran actividad física intensa pueden ser mejorados por la hormona de crecimiento y los glucocorticoides, ya que aceleran la recuperación del tejido de una lesión.

  • Las disciplinas definidas por la habilidad y la concentración pueden beneficiarse de medicamentos que reducen la ansiedad, el temblor, la desatención o la fatiga.

En París 2024, las disciplinas individuales más vigiladas serán el ciclismo, la halterofilia, el boxeo, el triatlón, la lucha y el atletismo, ya que son las que arrojan una mayor proporción de casos positivos según las estadísticas de WADA. En el apartado de los deportes de equipo, el rugby, el baloncesto y el balonmano recibirán el mayor seguimiento.

Criterios estrictos

Y es aquí donde cabe destacar la importancia del Technical Document for Sport Specific Analysis (TDSSA), un documento técnico elaborado por la WADA que se revisa regularmente en consulta con las organizaciones antidopaje y los laboratorios acreditados.

El TDSSA determina el nivel mínimo de análisis para las sustancias y métodos prohibidos en cada disciplina, basándose en una evaluación previa del riesgo fisiológico existente. Se clasifican en tres grupos:

  • Agonistas de los receptores de eritropoyetina (ERA). Simulan la acción de la eritropoyetina (EPO), una hormona natural que estimula la producción de glóbulos rojos en la médula ósea, lo que ayuda a transportar más oxígeno por todo el cuerpo.

  • Hormona del crecimiento (GH). Como su nombre indica, estimula el crecimiento, la reproducción celular y la regeneración celular. Desempeña un papel fundamental en desarrollo del cuerpo humano, afectando a diversos procesos metabólicos.

  • Factores liberadores de la hormona del crecimiento (GHRF). Son sustancias que estimulan la liberación y secreción de la citada hormona.

Una ayuda de la IA

Con la vista puesta en el futuro, la inteligencia artificial (IA) puede convertirse en una herramienta que ayude a mejorar los sistemas de detección.

Concretamente, el profesor de informática empresarial Wolfgang Maaß, en colaboración con la WADA, ha desarrollado tres proyectos basados en IA con resultados prometedores.

Con base en la gran cantidad de datos generados en los controles –tanto bioquímicos como de otra índole–, así como las actividades relacionadas y los comportamientos previos a dichas pruebas, se puede entrenar un modelo de IA para que analice los patrones asociados con el dopaje. Así es posible identificar cualquier signo de manipulación de un modo más rápido y fiable.

En la actualidad, la evaluación de incidencia del dopaje utilizando los resultados de las pruebas es un método objetivo y sólido. Sin embargo, adolece de las limitaciones de la pequeña ventana de detección, la capacidad analítica de los laboratorios acreditados por la WADA y la incapacidad de diferenciar la utilización legal de sustancias prohibidas con fines terapéuticos de su uso intencional para obtener una ventaja competitiva.

Pruebas retrospectivas

Inevitablemente, algunos deportistas se verán privados de subir al podio en París por culpa de tramposos que utilizarán sustancias prohibidas y no podrán ser detectadas en los controles de dopaje. Por esta razón, el Código Mundial Antidopaje permite analizar una muestra hasta diez años después de la recogida. El COI dio por primera vez luz verde al uso de las llamadas pruebas retrospectivas en los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004.

Esta medida disuasoria obedece a que los controles no han logrado mantener el ritmo de la innovación en las trampas. Hay un período de retraso entre la detección de una nueva sustancia que mejora el rendimiento y el desarrollo de la prueba capaz de identificarla con precisión científica.

En definitiva, el dopaje es un problema que amenaza la credibilidad del deporte y de los próximos Juegos Olímpicos de París, pero se siguen poniendo todos los medios humanos y tecnológicos disponibles para impedirlo.The Conversation

Millán Aguilar Navarro, Profesor de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFyD) y Coordinador del Grupo Estable de Investigación "Dopaje en el Deporte", Universidad Francisco de Vitoria y Jorge Domínguez Carrión, Especialista Anti-Dopaje y Oficial de Control de Dopaje, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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