Chinampas, la práctica de cultivo precolombina que sobrevive en Ciudad de México
Además de la alta variedad de productos de calidad que provee, este sistema de producción agrícola tiene múltiples servicios ecosistémicos, desde mejorar la calidad del aire y amortiguar las altas temperaturas, hasta ayudar a la conservación de la biodiversidad
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Los historiadores describen un paisaje parecido al paraíso, con lagos rodeados de altas montañas, colonizados por el fulgor del verde, manantiales, aire puro y abundante biodiversidad; en él no faltaban los recursos a raudales para cazar y pescar: sería el entorno que se encontraron los integrantes del pueblo mexica al llegar a las orillas de la Cuenca de México. Desde este lugar, determinaron que la civilización mesoamericana más poderosa de todas se establecería en sus orillas. Fue entonces cuando los aztecas fundaron una tradición de más de 1.500 años que persiste en la actualidad.
Las chinampas, islotes de tierra para el cultivo separados por canales en lagos de aguas poco profundas, constituyen uno de los sistemas más sustentables y productivos del mundo. Con origen en la época de los toltecas, estos pequeños plantíos flotantes solo existen en el sur de la capital mexicana, en el sistema lacustre de Xochimilco, nombrado área natural protegida, patrimonio de la UNESCO y sitio Ramsar.
Además de la productividad que las caracteriza, las chinampas brindan una variedad muy alta de verduras y hortalizas, proporcionando una dieta variada y equilibrada a nivel nutricional. Al mantener una humedad constante en el ambiente, la producción de estos cultivos resulta muy fructífera. “Y a diferencia de los monocultivos, en vez de destruir la naturaleza y los suelos, los beneficia”, apunta Luis Zambrano, ecólogo y fundador del Laboratorio de Restauración Ecológica del Instituto de Biología de la Universidad Autónoma Nacional de México (UNAM).
Como explica el experto, a la vez que las chinampas son proveedoras de alimento, “brindan múltiples servicios ecosistémicos, como capturar una cantidad industrial de carbono”. Las turberas, cuencas lacustres donde se deposita la materia orgánica, mejoran la calidad del aire en la capital de México, unas de las ciudades más contaminadas del mundo. “Estos sistemas de cultivo captan el dióxido de carbono para la producción agrícola; el carbono del aire se traduce en verdura”, matiza el biólogo.
Los humedales de Xochimilco son un espacio muy importante dentro de la megalópolis, captan hasta el 70 % del agua que se utiliza para diversas actividades en la cuenca, amortiguan las altas temperaturas y ayudan a rebajar el efecto de las olas de calor en la parte sur de la ciudad. “Promueven además la supervivencia de los agentes de polinización. Y, por supuesto, son el refugio del ajolote”, señala Zambrano, uno de los mayores expertos en este anfibio tan singular.
Al borde de la extinción, la especie Ambystoma mexicanum es endémica del lugar. “Un animal muy vinculado a la cultura de México desde el periodo precolombino y de gran relevancia científica por sus características de regeneración de tejidos”, explica Zambrano, que lleva más de una década dedicado a su conservación.
Los ajolotes de Xochimilco
A pesar de los grandes esfuerzos de preservación realizados por los biólogos, la población de ajolotes de Xochimilco se mantiene en la cuerda floja. “Mientras que en el primer censo realizado en 1998 se contabilizaron 6000 por kilómetro cuadrado, en 2002 se habían reducido a 1000. Una década más tarde eran menos de 40”, explica el ecólogo, quien acaba de poner en marcha un programa nuevo para proteger su hábitat y el ecosistema lacustre que los rodea a través de las chinampas, su hábitat. Como una acción doble y recíproca de conservación, esta iniciativa persigue fomentar la interacción simbiótica entre ajolotes y chinampas, indispensables para la diversidad acuática en los humedales.
Para establecer el refugio de estos anfibios tan singulares resulta indispensable promover la producción, convencer a los pequeños productores que recuperen sus pequeños campos de cultivo, retomar la labor que hicieron los mexicas miles de años atrás. “Ya tenemos casi 5.000 chinampas y cada vez son más los locales que trabajan sus parcelas sin pesticidas ni fertilizantes, contribuyendo a la conservación de la vida silvestre local de Xochimilco”, explica Zambrano.
El tercer paso de la iniciativa que dirige se ha centrado en la creación de la “Etiqueta Chinampera”, una idea del ecólogo para distinguir aquellos productos fruto de promover las unidades chinampa-refugio. Esta denominación detalla Zambrano, "persigue diferenciar los alimentos derivados de una agricultura que fomenta a la conservación de la chinampera tradicional, fomenta la economía del precio justo y ayuda a la protección del ajolote en su hábitat”, un ecosistema único en la Ciudad de México y tan amenazado.
Amenazados por el urbanismo y el turismo
Esta zona lacustre en la que los mexicas se asentaron en el siglo XV se encuentra en la actualidad muy urbanizada. El turismo voraz constituye la principal actividad económica de sus habitantes, lo que genera mucha basura que acaba en los canales, donde también se descargan los residuos domésticos, contribuyendo a un agua con una alta concentración de contaminantes, de muy mala calidad.
“La presión urbana debida a los asentamientos tanto regulares como irregulares, a la construcción de canchas de fútbol y tantas obras, es cada vez mayor”, denuncia Zambrano, para quien “la infraestructura construida en el último siglo y la mala urbanización ha deteriorado por completo la dinámica hidrológica de la cuenca”. El desecamiento de los manantiales y la sobreexplotación del acuífero han provocado un descenso en el nivel de las aguas del lago y, en consecuencia, el hundimiento gradual del suelo. Un fenómeno que afecta cada vez a más a los habitantes de la zona.
“Por la velocidad con la que se han dado todos estos problemas, es posible que Xochimilco termine por urbanizarse antes de 2050. Lo que sería una catástrofe”, advierte el biólogo. Sin el amortiguamiento de temperatura que hace el humedal, no solo cambiaría de forma drástica el clima local, sino que habría más lugares de inundación. “Y se eliminaría uno de los grandes sumideros de carbono de la ciudad, así como la biodiversidad que habita en este lugar”, apunta, convencido de que si la “Etiqueta Chinampera” funciona se podrá tapizar con este tipo de cultivos toda la zona, logrando su restauración completa.
“Se necesitan muchas otras acciones para frenar el complejo impacto ambiental que sufre este territorio, pero la recuperación de las chinampas es la mejor alternativa para el desarrollo de una agricultura sustentable, mantener limpios los canales y conservar el hábitat del ajolote”, expresa Zambrano. Para el biólogo, no proteger el ecosistema de Xochimilco y su singular forma de producción de alimentos sería, además, “perder una cultura de más de mil quinientos años. La producción chinampera está ligada a la historia de los mexicanos”. Estos islotes verdes entre canales son, como sostiene, vestigios de vida precolombina que persisten, un museo vivo natural en resistencia.
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