La educación socioemocional en la escuela y el reto de mejorar la salud mental infantil

Un 13 % de niños y adolescentes, de entre 10 y 19 años, tiene un trastorno mental diagnosticado, además de que el suicidio es la cuarta causa principal de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años

La educación socioemocional en la escuela y el reto de mejorar la salud mental infantil

Tiempo de lectura estimado: 11 minutos


Inés Monjas Casares, Universidad de Valladolid

Un 13 % de niños y adolescentes de entre 10 y 19 años tiene un trastorno mental diagnosticado, según el informe de UNICEF sobre el estado mundial de la infancia. Este informe apunta además que el suicidio es la cuarta causa principal de muerte entre adolescentes de 15 a 19 años.

En España, la ansiedad, la depresión, las ideaciones suicidas, las autolesiones, los trastornos de alimentación, el abuso de las tecnologías y el consumo precoz de pornografía alcanzaron cifras récord durante la pandemia.

En países latinoamericanos y el Caribe también existen cifras similares a las citadas por UNICEF.

El papel de la escuela

Las escuelas son esenciales para que se adquieran conocimientos y habilidades socioemocionales, como autorregulación, resiliencia y pensamiento crítico, porque sientan las bases para un futuro saludable.

En el Libro Blanco de la Salud Mental Infanto-Juvenil del Consejo General de la Psicología de España también se señala la importancia de acciones preventivas desde el contexto escolar.

Es un marco excelente para promover competencias, prevenir dificultades e identificar precozmente los problemas. Es una sociedad en miniatura donde, además de las actividades académicas, se producen importantes experiencias sociales en las relaciones con el profesorado y con los iguales.

Educar corazones y relaciones

En la escuela se sigue dando mucha importancia a los aspectos intelectuales clásicos (razonamiento abstracto, memoria) y al rendimiento académico. Pero la educación integral implica educar no solo cabezas, sino también corazones y relaciones, por las siguientes razones:

  • El proceso de enseñanza-aprendizaje es, en buena parte, interpersonal y se necesita buen clima emocional y social para enseñar y para aprender.

  • El aprendizaje implica procesos cognitivos, emocionales y sociales.

  • La inteligencia emocional es predictor de rendimiento académico y éxito escolar.

  • Las emociones están involucradas en los aspectos cognitivos (atención, memoria, razonamiento, toma de decisiones), en las conductas (lo que hago y digo), en los vínculos interpersonales (con quién me relaciono), en la salud física (problemas psicosomáticos) y en la salud mental.

  • Es una potente herramienta para la mejora de la convivencia y la prevención de la violencia.

Sin embargo, las emociones y las relaciones suelen estar fuera del currículum intencional y sistemático.

Educación socioemocional en el currículo

La educación socioemocional trabaja competencias socioemocionales y aborda contenidos como: comunicación y diálogo, empatía, asertividad, prosocialidad, gestión de emociones propias y ajenas (identificar, comprender, expresar, regular), solución pacífica de conflictos, resiliencia y afrontamiento de situaciones interpersonales complejas.

Utiliza una metodología activa y participativa con un conjunto de técnicas y estrategias conductuales, cognitivas, de dinamización de grupos y de educación en valores, para facilitar la puesta en práctica, mantenimiento y generalización de las conductas que se trabajan.

Lo hace con sesiones estructuradas y periódicas en el aula de referencia, y también con actividades transversales insertadas en las distintas áreas del currículum y actividades escolares. Además, se incluyen actividades de generalización y transferencia para aplicar lo aprendido fuera del contexto de aula.

Este trabajo debe ser planificado y sistemático con objetivos claros. Se trata de un entrenamiento riguroso y prolongado a lo largo de la escolaridad, en el que debe implicarse la comunidad educativa y las familias. El resultado óptimo es una escuela acogedora, inclusiva, que fomente el bienestar y los vínculos y relaciones positivas y satisfactorias entre alumnado, familias y docentes.

Los retos

El sistema educativo necesita cambiar su paradigma para que incluya, además de la adquisición de conocimientos, la promoción de competencias y habilidades para la vida, el bienestar, la salud mental y la resiliencia.

Es preciso optimizar las valiosas actividades y programas que se desarrollan en los centros, tanto en las materias como en temas de tutoría, programas de convivencia, acogida, igualdad, diversidad, recreos enriquecedores, etc., incorporando transversalmente estrategias y actividades socioemocionales.

Y todo ello en colaboración estrecha con las familias por medio de tutorías, charlas, talleres y deberes emocionales.

Algunos ejemplos

En España se aprecia un interés creciente. Hay grupos de investigación universitarios como el Laboratorio de Emociones (Universidad de Málaga), el Laboratorio de Estudios sobre Convivencia y Prevención de la Violencia (Universidad de Córdoba) o el Grupo de Investigación en orientación psicopedagógica (Universidad de Barcelona).

Se han desarrollado diversos programas de prevención e intervención en temas de inteligencia emocional, habilidades sociales, convivencia y acoso, con resultados estimulantes y buena acogida por el profesorado, como son: PEHIS, PAHS, INTEMO y CYBERPROGRAM 2.0.

Hay otras experiencias como el Programa de Educación Responsable de la Fundación Botín que trabajan también estos contenidos. En él participan países como Uruguay, Chile, México, Honduras, Nicaragua y El Salvador.

La formación del profesorado: asignatura pendiente

Se espera que el profesorado directamente implicado en estas actividades posea un perfil socioemocional adecuado, buena capacidad comunicativa, que gestione bien las emociones y sea competente en las conductas que va a enseñar.

Sin embargo, la formación inicial en estos temas en las universidades suele ser insuficiente e inadecuada (¡sigue siendo teórica!) por lo que será necesario enfatizar la formación permanente. Si consideramos que la docencia es profesión de riesgo de estrés, burnout y ansiedad, esta formación continuada en aptitudes socioemocionales puede contribuir al bienestar y la satisfacción del profesorado.

Lo que hacen las instituciones

“A pesar de todo, los gobiernos y las sociedades no están destinando suficientes recursos a promover, proteger y cuidar la salud mental de los niños, los jóvenes y sus cuidadores”.

Informe sobre el estado mundial de la infancia 2021, UNICEF.

Apuntamos algunos aspectos a desarrollar:

  1. Mejorar la formación teórica y práctica del profesorado y otros profesionales educativos. Por ejemplo, desde el Consejo Escolar del Estado en coordinación con las comunidades autónomas se ha realizado recientemente un webinar sobre educación emocional.

  2. Incentivar la innovación, promoviendo experiencias prácticas y estimular la investigación, favoreciendo el acercamiento del mundo escolar y el mundo universitario. Existen interesantes propuestas en los centros que necesitan ser contrastadas y recibir un respaldo científico.

  3. Incrementar los recursos personales especializados, equipos psicopedagógicos, orientadores, con mayor presencia de psicólogos en los centros. La Comunidad de Madrid acaba de anunciar la creación de un equipo multidisciplinar para prevenir y mejorar la atención socioemocional en colegios e institutos.

  4. Incorporar los temas socioemocionales en documentos oficiales y en la legislación, donde se aprecia falta de atención a la educación emocional

La LOMLOE considera la “competencia personal, social y de aprender a aprender” una de las competencias clave con que debemos dotar a los escolares y futuros ciudadanos. Para lograrlo, la educación socioemocional no puede quedarse fuera del currículo escolar una vez más.

Ojalá en el desarrollo concreto de la LOMLOE se incorpore decididamente como potente estrategia de bienestar, prevención y promoción de la salud mental desde la infancia.The Conversation

Inés Monjas Casares, Profesora colaboradora honorífica en el Departamento de Psicología e investigadora sobre Psicología de la Educación, Universidad de Valladolid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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