La península ibérica fue el gran refugio europeo durante la fase más fría de la Edad de Hielo
Dos estudios paleogenómicos con participación española reúnen datos sobre el ADN de cazadores-recolectores de 35.000 a 5.000 años de antigüedad. Los resultados completan la historia de las poblaciones humanas de Europa durante el último período glacial
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Con el mayor conjunto de datos de genomas de cazadores-recolectores europeos jamás generado, un equipo internacional de investigación ha reescrito la historia genética de nuestros antepasados. En el trabajo ha participado el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra (UPF).
Los resultados, publicados en Nature, ponen de manifiesto que las comunidades humanas de hace 30.000 años asentadas en el suroeste europeo no guardan relaciones genéticas con los territorios centrales y meridionales, a pesar de que pertenecen a una misma cultura arqueológica.
El IBE también ha colaborado en un segundo estudio independiente que aparece en Nature Ecology & Evolution. Esta investigación presenta información genómica de 16 cuerpos humanos en el sur de España, incluido un varón de 23.000 años de la Cueva del Malalmuerzo (Granada).
Este individuo muestra una continuidad entre las poblaciones de culturas arqueológicas anteriores y posteriores. El trabajo también aporta nuevos datos sobre habitantes del Neolítico de 7.000 a 5.000 años en yacimientos arqueológicos de Andalucía, como la Cueva de Ardales.
En concreto, los investigadores han identificado una ascendencia auriñaciense, “la primera cultura de gran dispersión en Eurasia asociada unívocamente a humanos modernos”, explica a SINC Vanessa Villalba, miembro del IBE durante los estudios, de los que es coautora y firmante principal, respectivamente. “Dependiendo de su localización geográfica, está presente desde hace 38.000 a 30.000 años”.
“El siguiente tecno-complejo euroasiático es el gravetiense, con un rango temporal de 30.000 a 25.000 años. Esta cultura finaliza al inicio del Último Máximo Glacial, el momento más frío durante la Edad de Hielo”, explica la investigadora.
La cultura gravetiense es precisamente la estudiada por los autores del primer trabajo, publicado en Nature. Estas poblaciones mantenían rasgos arqueológicos comunes en toda Europa: utilizaban armas similares y producían un arte portátil parecido. No obstante, desde el punto de vista genético, los humanos del oeste y suroeste (las actuales Francia e Iberia) diferían de las comunidades centrales y meridionales (las actuales República Checa e Italia).
“El Último Máximo Glacial se produjo de 25.000 a 19.000 años atrás. Las capas de hielo se extendían desde el norte de Europa hacia Europa central, alcanzando latitudes más bajas” apunta a SINC Cosimo Posth, miembro del Instituto de Ciencias Arqueológicas en la Universidad de Tubinga (Alemania) y primer firmante del artículo de Nature. “Los casquetes polares de los Alpes, los Pirineos y los Cárpatos también se expandieron, creando barreras a la movilidad humana”.
¿Refugio climático o callejón sin salida?
El arqueogenetista señala que las poblaciones europeas se replegaron al sur continental durante este período, en busca de refugios climáticos. Hasta ahora, se creía que los principales lugares de protección fueron “las tres grandes penínsulas: Iberia, Italia y los Balcanes”, comenta Villalba. Sin embargo, el equipo involucrado en el estudio de Posth ha descubierto que “mientras que las poblaciones del suroeste de Europa sobrevivieron, las de la península itálica perecieron”, declara el autor.
“Es en este momento cuando se desarrolla la cultura solutrense, que aparece solamente en Iberia y el sur de Francia”, destaca Villalba. “Siempre se ha discutido si podía tener un origen local o exógeno, y algunos autores habían sugerido contactos con el norte de África como posible explicación”, añade.
En la misma línea, la investigación de Nature destaca que el acervo genético de las poblaciones gravetienses asentadas en occidente se mantiene de forma ininterrumpida. Al solutrense le sucedió el tecno-complejo magdaleniense, el cual se extendió después hacia el noreste hasta llegar al resto de Europa.
"Con estos hallazgos, podemos defender por primera vez la hipótesis de que durante el Último Máximo Glacial la gente encontró refugio en la región climáticamente más favorable del suroeste de Europa", afirma Posth.
“Lo que vemos en Iberia es un gran continuum genético que demuestra que la península fue un sumidero de las poblaciones anteriores a la Edad de Hielo, pero en vez de extinguirse, sobrevivieron sin experimentar mayores cambios en el ADN”, expresa Villalba.
Estudios genómicos previos, con datos de hasta 13.000 años de antigüedad, ya evidenciaron la supervivencia y el legado de un linaje paleolítico mucho más antiguo que en otras partes de Europa, donde fue reemplazado. “Esto demuestra que la Península Ibérica fue un refugio real para estas poblaciones”.
Por el contrario, la arqueóloga subraya que este panorama difiere del de la península itálica. Las comunidades de esta zona tras el Último Máximo Glacial pertenecen a la cultura epigravetiense, pero “son genéticamente diferentes y no se observa continuidad genética”.
A este respecto, He Yu, coautor del trabajo publicado en Nature, explica que estas personas probablemente “procedían de los Balcanes, llegaron primero al norte de Italia en la época del máximo glacial y se extendieron por el sur hasta Sicilia”.
Por otra parte, los autores no encuentran conexiones genéticas con el norte de África a través del Estrecho de Gibraltar. Este punto divide a ambos continentes por tan solo 13 kilómetros de distancia y durante el Último Máximo Glacial el nivel del mar bajó hasta unos 150 metros.
“El hallazgo demuestra que el Estrecho de Gibraltar seguía siendo una barrera geográfica formidable para los movimientos de las poblaciones humanas”, destaca Carles Lalueza, investigador del IBE y director del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.
Sustitución genética a gran escala
Los genomas analizados muestran también que los descendientes de los epigravetienses se extendieron por el resto de Europa hace unos 14.000 años, sustituyendo a las poblaciones asociadas a la cultura magdaleniense. El equipo de investigadores describe un reemplazo genético a gran escala que pudo deberse, en parte, a cambios climáticos que obligaron a la población a emigrar.
“En aquella época, el clima se calentó rápida y considerablemente y los bosques se extendieron por todo el continente. Esto pudo impulsar a los habitantes del sur a ampliar su hábitat. Es posible que las comunidades anteriores emigraran al norte a medida que su entorno, la conocida estepa de mamut, disminuía” afirma Johannes Krause, autor principal en el estudio de Nature.
Además, los resultados demuestran un salto de 6.000 años en los que no hubo intercambio genético entre cazadores-recolectores de Europa occidental y oriental. Las siguientes interacciones solo pueden detectarse de nuevo desde hace 8.000 años. “En ese momento, los cazadores-recolectores con distintos ancestros y apariencias empezaron a mezclarse entre sí. Eran diferentes en muchos aspectos, incluido el color de la piel y de los ojos”, subraya He Yu.
En esa época, la agricultura y el sedentarismo se extendieron de Anatolia a Europa. “Es posible que la migración de los primeros agricultores al continente desencadenara la retirada de las poblaciones de cazadores-recolectores al extremo septentrional. Al mismo tiempo, estos dos grupos empezaron a mezclarse entre sí, y siguieron haciéndolo durante unos 3.000 años”, señala Krause.
“Los datos que hemos obtenido de este estudio nos proporcionan una visión asombrosamente detallada de la evolución y los encuentros entre cazadores-recolectores de Eurasia occidental”, resume Posth.
“Próximas investigaciones interdisciplinares deberán aclarar qué procesos exactos fueron responsables de los reemplazos genéticos de poblaciones enteras durante la Edad de Hielo”, añade.
Nuevos datos sobre el Neolítico
El artículo de Nature Ecology & Evolution también incluye individuos mucho más recientes que datan del Neolítico, época en la que se desarrolla la agricultura y la ganadería en Europa. Los humanos de este período encontrados en Andalucía tienen la ascendencia característica de los grupos de Anatolia. Esto indica que los primeros grupos agrícolas se expandieron a lo largo de grandes distancias geográficas.
Sin embargo, los humanos neolíticos del sur ibérico presentan una mayor ascendencia cazadora-recolectora. Este hecho sugiere “una interacción mucho más estrecha entre los últimos cazadores-recolectores y los primeros agricultores en el Sur de Iberia que en otras regiones”, indica José Ramos-Muñoz, de la Universidad de Cádiz y coautor del estudio.
“Sorprendentemente, todavía es posible rastrear el legado genético del Paleolítico en los primeros agricultores del Sur de Iberia, lo que sugiere una mezcla local entre dos grupos de población con diferentes estilos de vida”, concluye Gerd Weniger, otro de los coautores e investigador de la Universidad de Colonia (Alemania).
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