Las chimeneas: pasado, presente y futuro de un icono atemporal
Las chimeneas nos llevan acompañando años y años, aportando calor a nuestros hogares
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María Teresa Cuerdo Vilches, Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (IETcc - CSIC)
Existentes desde tiempos inmemoriales, las chimeneas han sido parte de nuestro imaginario, alimentadas por cientos de ejemplos cinematográficos y literarios. Estas estructuras han evolucionado para convertirse, en pleno siglo XX, en ejemplos icónicos de la arquitectura doméstica moderna, hasta resultar hoy día un pequeño lujo al alcance de unos pocos.
Al ser el único modo de calentar el espacio doméstico durante siglos, la chimenea cobró un valor especial, ubicándose en salones o comedores principalmente. Además, se convirtió en un símbolo. Al encontrarse en el espacio más social, su decoración daba buena cuenta del poder adquisitivo de la familia, e incluso de poder.
Con el tiempo, la chimenea dio lugar a todo un estilo arquitectónico a comienzos del siglo XX, la escuela de la pradera, cuyo máximo exponente fue Frank Lloyd Wright. En él, la casa de planta única se articulaba en torno a la chimenea, icono y elemento central. Al ser la única fuente de calefacción, debía estar en una posición tal que su calor se desprendiera a la mayor parte de espacios posible.
Sin espacio para la chimenea
Actualmente, la población se concentra en las ciudades. Las familias viven en pisos distribuidos en edificios verticales. Esto dificulta la disponibilidad de chimeneas individuales, a nivel funcional, espacial y de seguridad.
El desarrollo de nuevas soluciones centralizadas en los edificios dieron paso a otros sistemas de calefacción colectivos más seguros para las viviendas. Estos, además, requerían menos espacio disponible, y podían llevarse a cualquier estancia sin peligro a través de emisores como los radiadores.
Tras la llegada de otras energías a la vivienda como la electricidad y el gas natural, estas redes de calefacción han evolucionado a otros esquemas, algunos a nivel individual. Estos permiten una mayor autonomía tanto en gasto como en uso, además de una mayor eficiencia energética.
Sin embargo, la sensibilidad de estos vectores energéticos a las coyunturas geopolíticas y socioeconómicas es tal que es fácil preguntarse: ¿tiene sentido instalar una chimenea, o una estufa, en casa? ¿Cuáles son sus beneficios energéticos y ambientales? ¿Tiene futuro este elemento tan icónico, ornamental y funcional en la vivienda de hoy día?
Evolución de un símbolo
Existen estudios que han alertado de la peligrosidad de estos elementos para los moradores. La combustión de madera o derivados genera humos, gases y partículas en suspensión. Esto empeora la calidad del aire interior, lo que puede producir o agravar diversas enfermedades.
Además, se pueden producir accidentes mortales por intoxicación. Las razones pueden ser una mala combustión, una mala ejecución o diseño o un manejo negligente de la propia chimenea.
La combustión en chimenea tradicional ha demostrado ser poco eficiente. Las viviendas con chimenea son casi un tercio más ineficientes energéticamente que las que no las tienen.
La proliferación de otros sistemas de calefacción más eficientes, versátiles, seguros y condensados ha relegado su instalación a una cuestión ornamental, y de cierto estatus social. Si además, se disfruta solo durante el fin de semana en la segunda vivienda, esta adquiere además notable importancia a nivel emocional. Lo estético de la lumbre se une a lo cálido del fuego, a la reunión social en torno al hogar, y a lo acogedor e íntimo del momento.
Nuevos diseños más seguros han dado paso a elementos más funcionales, como aquellos en los que la lumbre queda controlada en un espacio cerrado, que únicamente deja pasar el aire, como las estufas. Estas son más eficientes que las chimeneas tradicionales, pues consumen energía de forma más provechosa, y alcanzan mayores temperaturas de combustión, además de ofrecer más versatilidad. Por otra parte, son más seguras porque protegen de posibles accidentes domésticos. Su diseño es industrializado, por lo que resultan más baratas, y su seguridad no queda comprometida por una buena ejecución, antiguamente casi artesanal. Existen normativas que regulan esta funcionalidad para evitar accidentes.
Pélets en lugar de leña
La chimenea necesita de la combustión de biomasa de origen vegetal y de la entrada de oxígeno para mantener el fuego en el tiempo. La necesidad de un espacio acondicionado para su preservación ha llevado al uso de otros productos más sofisticados, como los pélets, procedentes de material vegetal, con numerosas ventajas.
El pélet es un cilindro pequeño del tamaño aproximado de una colilla de cigarro. Además del típico serrín prensado, puede estar fabricado a partir de cáscaras de frutos secos, huesos de aceituna, restos de madera industrial o de podas, por ejemplo.
Dependiendo de su naturaleza, de la presencia de impurezas y humedad, y de la compactación del producto final, el pélet tendrá un poder determinado calorífico y generará ciertos residuos. A mejor calidad de la combustión, menos generación de residuos, y mayor aprovechamiento de la materia prima, necesitando menos producto para un determinado uso.
Qué tener en cuenta para instalar una chimenea
A la hora de instalar una chimenea o una estufa, en primer lugar hay que elegir un elemento que albergue buena relación calidad-precio, con un diseño que se adecúe a las características de la vivienda. En segundo lugar, hay que tener en cuenta el tipo de combustible, que preferiblemente debería estar disponible en un entorno cercano para asegurarnos la provisión durante el invierno.
Por otra parte, contar con un espacio de almacenamiento permite la inmediatez del uso del dispositivo con independencia de la movilidad hacia establecimientos distribuidores. Este almacenamiento se puede calcular partiendo de los parámetros de combustión de cada biomasa y su volumen aparente, y estimando un uso aproximado.
Además, para garantizar una correcta evacuación de humos y residuos, es importante que el elemento disponga de un sistema de recogida y acceso a cenizas, así como una adecuada entrada de aire y salida de humos hacia el exterior. En este sentido, la funcionalidad y la seguridad son imprescindibles.
¿Un futuro incierto?
Al observar la evolución que las chimeneas han sufrido a lo largo del tiempo, podemos concluir que ahora suponen un elemento más simbólico que funcional. Muchos condicionantes han llevado en los últimos tiempos a una relectura de su utilidad, condicionada por la seguridad y la disponibilidad de combustible, así como la eficiencia energética o la calidad del aire interior para mayor bienestar de las personas.
Sin embargo, será difícil borrar de nuestra mente la imagen idílica de la lumbre encendida en el hogar para calentar e iluminar las largas noches de invierno.
María Teresa Cuerdo Vilches, Dra. Arquitecta. Investigadora, Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja (IETcc - CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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