No es solo cosa de niñas: los niños también se vacunan contra el Virus del Papiloma Humano
Disminuir la circulación del VPH en una población reduce el riesgo de infección en cada nuevo encuentro sexual y protege a las personas no vacunadas
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Francesc Xavier Bosch José, UOC - Universitat Oberta de Catalunya y María Brotons, Institut Català d'Oncologia
Cuando en 2006 se introdujo la vacuna del Virus del Papiloma Humano (VPH), el objetivo prioritario era la prevención del cáncer de cuello uterino. Mayoritariamente, se ofreció en programas públicos a niñas en edades previas al inicio de la actividad sexual (9-14 años). Y aunque empezó con 3 dosis (a los 0, 2 y 6 meses), pronto pasaron a ser dos. Actualmente, incluso se valora que una sola dosis podría ser suficiente.
Disminuir la circulación del VPH en una población reduce el riesgo de infección en cada nuevo encuentro sexual y protege a las personas no vacunadas. Este efecto se conoce como “protección de grupo” y, como ejemplo reciente, la pandemia de COVID-19 ha mostrado la importancia de reducir el número de individuos en los que el virus puede replicarse.
El VPH ha mostrado que la vacunación masiva de niñas frente a los tipos que causan verrugas genitales (VPH 6,11) reduce drásticamente el número de casos en las vacunadas. Pero también en las niñas y en los niños no vacunados de la población, ya que cada relación sexual conlleva un riesgo menor de encuentro con el VPH.
De estos descubrimientos surgió la propuesta de vacunar también a los niños en edades adolescentes y preadolescentes y así disminuir aún más la circulación del virus. En la actualidad, 40 países en el mundo han adoptado ya la vacunación rutinaria de los niños.
La experiencia de doscientos millones de personas vacunadas
Desde 2006 hasta hoy se ha vacunado de VPH a cerca de 200 millones de personas. La experiencia nos ha enseñado que las vacunas VPH tienen una eficacia muy alta (en torno al 95%) en la prevención de lesiones precancerosas de alto grado causadas por los tipos de virus incluidos en la vacuna en mujeres no infectadas. En 2020 se confirmó que el cáncer cervical se había reducido casi un 90 % en las mujeres jóvenes vacunadas antes de los 17 años. Todo un éxito, sin duda.
También hemos podido confirmar que:
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Las vacunas VPH son muy seguras, sin efectos secundarios clínicamente relevantes ni a corto plazo (horas o días después de la vacunación) ni a largo plazo (hasta 15 años de seguimiento).
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Las vacunas VPH tienen una duración de la protección de más de 15 años observados.
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Las vacunas VPH son igualmente eficaces en todos los subgrupos humanos analizados: mujeres y varones jóvenes, mujeres embarazadas, mujeres con afectaciones de la inmunidad (con SIDA o con tratamientos inmunosupresores), mujeres con infecciones previas por VPH, mujeres con lesiones neoplásicas por VPH…
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Los mismos tipos de VPH que causan cáncer cervical y que están incluidos en las vacunas generan también tumores en todo el tracto anogenital (cuello uterino, vulva, vagina, pene, escroto, canal anal) y de la cavidad oral (orofaringe), tanto en hombres como en mujeres.
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Las vacunas VPH son igualmente eficaces y seguras en varones para prevenir la transmisión viral y las lesiones por VPH.
En busca de la protección de grupo
¿Por qué vacunar a los niños sistemáticamente frente al VPH? Hay varios motivos:
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Las infecciones en varones son muy frecuentes y repetitivas.
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Los no vacunados son portadores y transmisores potenciales del VPH a sus parejas.
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Los varones están a riesgo de sufrir tumores asociados a VPH, particularmente en canal anal, boca y faringe.
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La protección de los niños aportada por la vacunación de las niñas se mantiene si el varón no vacunado permanece y vive en una comunidad cuyas mujeres están muy vacunadas. Los contactos sexuales con individuos de otras poblaciones con poca cobertura vacunal son relaciones de alto riesgo para los no vacunados, que evidentemente no se llevan la protección de grupo en sus viajes.
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La protección de grupo no es eficaz en varones que tienen relaciones sexuales con otros varones.
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No tenemos programas de diagnóstico precoz y de cribado en varones para los tumores asociados al VPH, como tenemos para el cáncer de cuello uterino en las mujeres. La vacunación es la única forma de protección directa que podemos ofrecer a los varones.
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En casos de disrupción del programa de vacunación VPH (por ejemplo, durante la pandemia de covid-19 y el cierre de escuelas), la vacunación de ambos sexos genera una protección comunitaria mayor y más resistente que la vacunación solo de las niñas/mujeres.
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Existe la posibilidad de que en un futuro próximo una sola dosis de vacuna sea suficiente para inducir protecciones de larga duración. Eso simplificaría la logística de la vacunación masculina, y el programa se abarataría considerablemente.
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El precio de las vacunas en compras comunitarias se ha reducido y la capacidad de producción ha aumentado.
Vacunas de papiloma para niños en el mundo
Alrededor de 40 países en el mundo han adoptado ya la vacunación rutinaria de los niños, incluyendo a la mayoría de los países más desarrollados en Europa. La OMS y otras agencias reguladoras del medicamento estimulan el desarrollo de programas que incluyan la vacunación sistemática para el VPH de los varones.
En España, Catalunya y Baleares han sido las primeras comunidades en anunciar la vacunación masculina a partir del próximo curso escolar. La previsión es que las demás comunidades autónomas adopten pronto decisiones semejantes a la luz de la evidencia científica acumulada.
La indicación de vacunar a los niños de 11-12 años no significa que los niños de otras edades no puedan beneficiarse de la vacunación. El programa de vacunación VPH de los niños de un grupo de edad es extensible a los niños de edades superiores fuera del programa público rutinario financiado. Los padres o tutores deberían consultar con sus pediatras o médicos de cabecera la importancia de la vacunación VPH para la salud de sus hijos y la de sus parejas durante su vida.
Francesc Xavier Bosch José, Profesor asociado a los Estudios de Ciencias de la Salud, UOC - Universitat Oberta de Catalunya y María Brotons, Programa de Recerca en Epidemiologia del Càncer, Institut Català d'Oncologia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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