¿Qué es un museo pedagógico? La memoria educativa y su papel en el futuro
Los museos pedagógicos promocionan una educación inclusiva
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Pablo Álvarez Domínguez, Universidad de Sevilla
¿Quién no tiene un recuerdo vívido de aquel primer día de escuela, en el que nos colocaron en fila junto a otro montón de niños y niñas en un lugar desconocido y enorme que poco a poco pasó a convertirse en nuestro segundo hogar? ¿Y quién no sería capaz de rememorar inmediatamente el olor de un aula, o la voz de una maestra, al encontrarse frente al mismo pupitre o la misma pizarra?
De la misma manera que nuestro pasado escolar nos ha hecho quienes somos, nuestra historia educativa colectiva forma parte de lo que somos como sociedad. De ahí la importancia de preservar y recordar los objetos y la cultura educativa de cada comunidad.
Patrimonio material e inmaterial
Los museos pedagógicos son espacios institucionales de carácter cultural y formativo al servicio de la sociedad que tienen como objeto de estudio la historia y la memoria de la educación, así como la cultura escolar material e inmaterial.
Sus principales funciones se centran en coleccionar, conservar, investigar, exhibir, interpretar, transferir y divulgar el patrimonio educativo. Caracterizados por su apertura al público y sus planteamientos inclusivos, estos centros de memoria educativa se encargan de fomentar la participación de la colectividad. Ofrecen diversidad de experiencias didácticas orientadas a la reflexión y al intercambio de conocimientos pedagógicos en perspectiva histórica.
Por qué no los conocemos mejor
Existen en el mundo unos 500 museos pedagógicos, aproximadamente 400 de ellos europeos, y alrededor de 60 se extienden geográficamente de norte a sur, y de este a oeste, por toda la geografía española.
En la obra Los Museos Pedagógicos en España: entre la memoria y la creatividad se da cuenta de las particularidades y el quehacer de estos museos. Gobiernos de comunidades autónomas, alcaldías, universidades, asociaciones e iniciativas privadas se ocupan de mantener vivos y activos estos particulares museos.
Sin embargo, no son suficientemente conocidos y reconocidos por parte de la comunidad educativa, que se debate entre el impacto social de la memoria escolar y el necesario ejercicio prospectivo de participar en la configuración de nuevos modelos educativos más creativos, críticos y constructivos.
Pero es necesario valorar que España es un país puntero en el ámbito de la musealización educativa y un destacado referente contemporáneo para la creación de este tipo de museos.
Nuestro pasado educativo
Todos tenemos un pasado educativo, un patrimonio escolar compartido, independientemente de nuestra edad biológica. Pupitres, plumieres, plumillas, tinteros, pizarrines, mapas, libros, enciclopedias, cuadernos, boletines de calificaciones, juguetes se han dado cita a lo largo del acontecer de nuestros días, colaborando activamente en el desarrollo del producto humano que hoy somos.
Y a través de una museografía de la evocación, de una didáctica patrimonial y de una pedagogía de la pregunta, estos objetos museístico pedagógicos, aun sin voz, consiguen hablar si son interpretados a través de los argumentos, las vivencias y los recuerdos escolares que suscitan en quien los ve.
Los museos pedagógicos universitarios tienen una especial importancia en su responsabilidad en el reto de formar a futuros maestros y educadores a través del análisis histórico de la cultura, el espacio y el tiempo escolar.
Viajar al pasado
Si utilizamos la metáfora para entender la proyección que tienen estos museos como laboratorios de aprendizaje, nos los podemos imaginar como un universo narrativo y literario particularmente útil para sentir y proyectar la historia de la escuela desde el presente.
También podríamos decir que es un espacio ilustrado que facilita la práctica teatral sobre la escuela del ayer y sobre los personajes más influyentes de la historia de la pedagogía contemporánea; o un yacimiento de arqueología escolar que nos inspira para comprender y desmenuzar el para qué se educa.
Es un escenario cinematográfico sobre la educación y su historia, un reportaje fotográfico del pasado y del tiempo escolar, que nos ayuda a captar e imprimir las mejores instantáneas de una escuela en continuo proceso de transformación.
Es, en definitiva, una oportunidad para viajar al pasado de la educación a través de escenas, contextos y agentes. Los museos pedagógicos no son solo lugares a descubrir e incluir en nuestra rutina escolar y familiar. Son espacios que no solo hay que visitar y que ver, sino que hay que vivir.
La importancia del juego
El derecho al juego sigue siendo un derecho fundamental de la infancia. El juego y el juguete tradicional favorecen la socialización de la infancia y su desarrollo integral. En la sociedad actual, los juegos y juguetes tradicionales merecen ser considerados, desde una perspectiva coeducativa, como una parte importante de nuestro patrimonio cultural e histórico educativo, que se ha de salvaguardar y poner en valor, si realmente queremos legarlos a las generaciones futuras.
El juego al aire libre permite al niño realizar ejercicio físico, experimentar con los cinco sentidos, ampliar los círculos de amistades, dialogar con el medio ambiente, negociar normas y reglas e interiorizar valores.
Acercar a la infancia al conocimiento de la cultura lúdico patrimonial supone descubrirles el escondite, el juego del pañuelo, el de las sillas, el salto a la comba, la carrera de sacos, el ratón y el gato, etc. Todos estos juegos tradicionales, por su potencial pedagógico, merecen seguir formando parte del tiempo de ocio de la infancia actual.
Y en el mismo sentido, las canicas, la peonza, los cromos, el saltador, el diábolo, los bolos, las chapas o el yoyó forman parte de ese elenco de juguetes que no pasan de moda.
Juegos y juguetes tradicionales
Las tradiciones lúdicas, la posibilidad de jugar al aire libre, de vivir experiencias lúdicas, y fomentar encuentros intergeneracionales son fundamentales también para conocer nuestra historia. Una sociedad que invita a jugar es una sociedad que aspira a un futuro mejor. Y el museo pedagógico tiene encomendada la función de contribuir a ello.
Los museos pedagógicos tienen un compromiso con la infancia, su presente y su futuro. Brindan a los niños y las niñas oportunidades lúdicas para que dialoguen con el patrimonio educativo, y contribuirán decisivamente al desarrollo de su identidad personal y colectiva.
Enseñar a mirar, a preguntar, a jugar y a interpretar en el museo puede ser la manera de implicar a las nuevas generaciones en el estudio, conservación y difusión del patrimonio y la memoria de la educación.
Pablo Álvarez Domínguez, Profesor Titular de Teoría e Historia de la Educación. Museos pedagógicos y patrimonio educativo., Universidad de Sevilla
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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