‘Vigilar y esperar’, una nueva estrategia para tratar el cáncer de tiroides
En lo que se refiere a los de tiroides, solo puede aplicarse al llamado carcinoma papilar de bajo riesgo o microcarcinoma
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María Elena Rodríguez García-Rendueles, IMDEA ALIMENTACIÓN
“Me han diagnosticado cáncer y me proponen no hacer nada”. Esta es una frase que da vértigo: ¿cómo que no hacer nada? Sin embargo, vigilar y esperar es una nueva manera de tratar el cáncer.
Del inglés watch and wait o active surveillance, consiste en hacer un seguimiento intensivo de la evolución del tumor en cada paciente, sin realizar ninguna intervención quirúrgica ni proporcionarle ningún tratamiento. Actualmente, se está utilizando con pacientes con cáncer de tiroides, próstata y linfoma.
El caso del cáncer papilar
Naturalmente, esta opción no vale para cualquier tipo de cáncer. En lo que se refiere a los de tiroides, solo puede aplicarse al llamado carcinoma papilar de bajo riesgo o microcarcinoma. Pero, ¿cuáles son sus características? ¿Y por qué únicamente se puede vigilar y esperar con esta modalidad de la dolencia?
El cáncer papilar es el más frecuente de los que afectan a la glándula tiroides, y cada año aumenta el número de diagnosticados. Aún no se sabe por qué. Una explicación es la mejora de las técnicas de imagen, capaces de localizar tumores de pequeño tamaño (menos de 1 cm), que reciben el nombre de microcarcinomas. ¿Y de dónde viene lo de papilar?
En líneas generales, el cáncer de tiroides se divide en dos grupos, dependiendo de su estado de diferenciación celular, o lo que es lo mismo, de lo desorganizadas y descontroladas que están las células que lo forman. Existen, entonces, tumores diferenciados, como el carcinoma papilar o el folicular; y desdiferenciados, como el pobremente diferenciado o el anaplásico. Estos últimos son muy agresivos, con baja supervivencia y sin tratamiento eficaz.
En un tiroides sano, las células se organizan formando esferas. En su interior se acumula la tiroglobulina, una proteína necesaria para generar las hormonas tiroideas (T3 y T4), que ayudan a controlar el metabolismo y el crecimiento del organismo. Las células del carcinoma papilar forman papilas, como dedos alargados, de ahí su nombre.
En general, el carcinoma papilar tiene buen pronóstico, aunque en algunos casos puede progresar y volverse agresivo. Se trata mediante cirugía, extirpando parte o toda la tiroides, y/o con yodo radiactivo.
En el segundo supuesto, la terapia funciona de la siguiente manera. Las células tiroideas necesitan captar yodo para poder producir tiroglobulina y hormonas tiroideas. Al mantener cierta estructura celular, el carcinoma papilar aún tiene capacidad para captar ese mineral, y si es radiactivo, las células tumorales mueren al integrarlo.
Tumores pequeños y poco agresivos
Antes, los microcarcinomas pasaban desapercibidos por su pequeño tamaño –algunos se descubrían postmortem– y porque no presentan síntomas. Eso sugería que en realidad la enfermedad no progresaba y que la persona vivía de manera normal. A pesar de que actualmente se diagnostican más microcarcinomas, la mortalidad no ha aumentado.
Con esta idea, se realizaron estudios de seguimiento de pacientes con microcarcinoma papilar, primero en Japón y Corea y en los últimos años en EE. UU. En la gran mayoría de los pacientes, el tumor no cambiaba de tamaño con el tiempo. A veces, incluso se hacía más pequeño y desaparecía por sí solo. Solo crecía en un pequeño porcentaje de los individuos, pero lo hacía de manera lenta.
Es decir, a la gran mayoría de las personas diagnosticadas con microcarcinoma papilar se les está dando un tratamiento posiblemente innecesario. Hay que tener en cuenta que la cirugía implica siempre un riesgo, y en este caso pueden dañarse el nervio laríngeo o las cuerdas vocales. Después se necesita un suplemento hormonal de por vida.
Y en lo que respecta a la terapia de yodo radiactivo, no solo mueren las células tumorales, sino también las sanas. La opción de vigilar y esperar no parece, pues, tan mala idea. ¿Pero en qué consiste?
Así se vigila y espera
Primero, los candidatos tienen que presentar un tumor papilar de menos de 1,5 cm, sin invasión en los ganglios linfáticos del cuello. No pueden tener otro tipo de enfermedades y preferentemente ser mayores de 60 años. Los jóvenes, al parecer, tienden a no ser constantes durante el seguimiento, y los tumores en pacientes con más de seis décadas de vida suelen manifestar un crecimiento lento.
El seguimiento consiste en realizar una prueba de ultrasonido cada 6 meses durante los dos primeros años y luego anualmente. Las decisiones se van tomando según evolucione el tumor.
Pero los pacientes necesitan equilibrar los sentimientos de preocupación por dejar que el cáncer siga su camino, frente al riesgo de efectos secundarios y complicaciones del tratamiento. Una vez que el enfermo es diagnosticado y se considera de bajo riesgo, se le da la posibilidad de someterse a una cirugía o vigilar y esperar.
Hay tres tipos de pacientes: el que prefiere tratar y operarse inmediatamente, el que empieza vigilando y luego, aun sin que se produzcan cambios en el tumor, prefiere tratarlo, y el que aguanta. Padecer cáncer conlleva una gran carga psicológica, y no todo el mundo lo vive igual.
EE. UU. nos lleva varios años de ventaja: la opción de vigilar y esperar aún se está estudiando en Europa. Pero ¿estamos preparados?
María Elena Rodríguez García-Rendueles, Investigador principal: cáncer de tiroides, IMDEA ALIMENTACIÓN
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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