¿Ayudan los cuentos digitales a aprender a leer?
Los dispositivos digitales están omnipresentes en nuestra sociedad y forman parte de todos los hogares y las escuelas. Los niños tienen múltiples y variadas oportunidades para explorar estos dispositivos y jugar con ellos. Cada vez hay más cuentos y libros disponibles en formato digital que se utilizan en dispositivos inalámbricos, fáciles de usar, como tabletas y portátiles: la alfabetización temprana puede realizarse a través de ellos
Tiempo de lectura estimado: 9 minutos
Carmen López Escribano, Universidad Complutense de Madrid; Susana Valverde Montesino, Universidad Complutense de Madrid y Verónica García Ortega, Universidad Complutense de Madrid
Un libro digital se caracteriza por presentar la información multimedia, es decir, información simultánea de texto escrito, audio, música, ilustraciones, animaciones y enlaces que pueden ser activados al presionarlos o simplemente tocándolos en pantallas táctiles.
Los cuentos digitales son interactivos y fácilmente accesibles para los niños que comienzan el aprendizaje de la lectura y que están iniciando el proceso de decodificación. Incluso cuando todavía no saben leer, pueden explorar de modo independiente los cuentos digitales sin ayuda del adulto.
Cuento digital y habilidades de lectura
Los cuentos interactivos con audio y sonidos que reproducen el texto por audio e incluso marcan con color aquellas palabras y sonidos a la vez que se leen, pudiéndose repetir todas las veces que sea necesario, facilitan especialmente el aprendizaje de vocabulario y de la conciencia de los sonidos de las palabras o conciencia fonológica. También, aunque menos estudiado, la ortografía y la comprensión lectora. Estas habilidades predicen la lectura eficiente.
Además, el niño puede utilizar cuentos digitales de modo independiente: por ello, es una práctica valiosa para promover la adquisición de la lectura emergente sin asistencia del adulto.
Los resultados de intervenciones educativas, comparando el cuento impreso con el cuento digital al iniciar el aprendizaje de la lectura, sin apoyo del adulto en ambos casos, muestran que el cuento digital es más eficiente, ya que sus características multimedia sirven de andamiaje a la lectura aunque no esté presente una persona adulta.
Como padres, madres y educadores no están siempre disponibles, el cuento digital, siempre que esté bien diseñado, es un buen recurso en momentos en que los adultos se encuentren ocupados atendiendo a otras personas, con tareas del hogar o con su trabajo.
Cabe mencionar que incluso algún estudio que comparó la lectura independiente en libro digital con lectura tradicional compartida encontró que los recursos multimedia, cuando se utilizan adecuadamente, pueden proporcionar un apoyo similar al del adulto.
Tecnología y primera infancia
Es razonable que los padres y docentes se preocupen por el uso excesivo de contenido digital, especialmente durante la infancia. Sin embargo, considerando que los niños crecen en entornos saturados de tecnología, las políticas y recomendaciones sobre la mejor forma de utilizar los cuentos digitales en el hogar y en la escuela deben evolucionar, proporcionando consejos prácticos a los padres y maestros fundamentados en la evidencia.
Los consejos basados únicamente en restricciones y advertencias sobre el riesgo de exponer a los niños a actividades digitales y pantallas no ayudan a educadores y familias. Una cantidad creciente de estudios muestran que, a pesar de estas preocupaciones, los cuentos digitales desempeñan un importante papel en el aprendizaje de las habilidades de lectura de los más pequeños.
Cómo usarlos
Según un informe reciente, los progenitores continúan leyendo a sus hijos libros y cuentos impresos en mayor medida (59 % lo hacen diariamente) que libros digitales (5 % lo hacen diariamente). El hábito de lectura compartida del cuento impreso se ha transmitido de generación en generación.
No hay modelos tan claros de cómo compartir un cuento digital. El niño parece prestar más atención a los efectos multimedia que a la historia y tanto padres como maestros pueden sentirse perdidos.
Los niños adquieren una gran variedad de competencias interactuando con la tecnología: estas competencias se desarrollan de manera autónoma y no son el resultado de enseñanza directa.
El adulto debe adoptar un rol menos activo. Debe centrarse en seleccionar buenos cuentos digitales, proporcionar ayuda en los primeros momentos de uso y planificar los momentos del día y el contexto. Las recomendaciones de tiempo de uso según la edad se deben seguir rigurosamente.
Por ejemplo, los papás de Miguel, mientras preparan la cena (unos 20 minutos), dejan que su hijo de poco más de dos años juegue en su trona con un cuento digital en inglés, estimulando así la adquisición de sonidos y vocabulario en esa lengua (los objetivos, el momento del día, el contexto y el tiempo están bien definidos en este ejemplo).
Por el contrario, ofrecer cualquier recurso multimedia a un niño en edad temprana, simplemente con el fin de entretenerle, no es adecuado.
Un buen cuento digital debe presentar:
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Ilustraciones de calidad.
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Un argumento básico apropiado para niños en la etapa de aprendizaje de la lectura.
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Una estructura narrativa adecuada.
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Debe ser legible y presentar descripciones de los personajes, contextos, tiempos, objetivos e inicio de los acontecimientos, problemas y soluciones finales.
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También deber ser de fácil interacción (enlaces claramente identificados) y con elementos interactivos que no interfieran con la historia.
Actualmente, se recomienda estimular la lectura y hábitos que incentiven el aprendizaje sin importar si el texto se encuentra en un papel o en una pantalla. Los libros digitales bien diseñados para la infancia pueden servir como una buena oportunidad para mejorar el lenguaje y la alfabetización infantil.
Carmen López Escribano, Profesora Titular de Universidad (Psicología Evolutiva y de la Educación), Universidad Complutense de Madrid; Susana Valverde Montesino, Profesora contratada doctor en el Dpto. Investigación y Psicología en Educación., Universidad Complutense de Madrid y Verónica García Ortega, Profesora Asociada del Departamento de Investigación y Psicología en Educación y Orientadora Educativa en la Consejería de Educación de Castilla-La Mancha, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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